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viernes, 28 de septiembre de 2007

Voto electrónico y circunscripciones

Desde hace un tiempo se ha venido dando un debate bastante interesante en los blogs La Barbarie y El criador de gorilas sobre los pros y contras de una eventual reforma al sistema electoral que introduzca el voto electrónico y que reemplace el sistema de listas sábanas por un sistema uninominal de circunscripciones.
Mi postura es, en primer lugar, que el voto electrónico tiene algunos riesgos. Como se dijo mucho en esos debates, el sistema de boletas permite que, si se hace fraude, queden algunas evidencias tangibles, mientras que el voto electrónico hace que un posible fraude se haga “limpiamente”, sin dejar huellas. Las ventajas del sistema -que permite que se conozca con más rapidez el resultado, y que libra a los partidos más chicos del gasto de hacer imprimir miles o incluso millones de boletas y trasladarlas a lugares lejanos- no alcanzan para disipar una desventaja como esa. Es preferible nuestro viejo y querido sistema de boletas, sinceramente.
Ahora, en cuanto a las circunscripciones, a mí me parece un sistema muchísimo mejor que el que rige. Conviene hacer un repaso por los sistemas electorales usados para la elección de diputados. Entre 1853 y 1902 rigió el sistema de lista (sábana) completa; o sea, el partido que conseguía la mayoría simple de los votos se quedaba con el 100% de las bancas en juego. En 1902 el gobierno de Julio Roca, a través de su brillante ministro Joaquín V. González, impulsó el establecimiento de un sistema uninominal, pero no hizo ningún intento serio de terminar con el fraude electoral sistémico, de modo que el único resultado de esa ley fue la elección de Alfredo Palacios como diputado por La Boca en 1904, convirtiéndose en el primer diputado socialista de América. Durante el gobierno de Manuel Quintana se abandonó ese sistema y se volvió al anterior.
Roque Sáenz Peña, además de garantizar con su reforma electoral (1912) el fin del fraude por vía del voto universal, secreto y obligatorio, reemplazó el sistema de lista completa por uno de lista incompleta, en el que el partido que obtenía la mayoría se quedaba con dos tercios de las bancas en juego, mientras que el que obtenía la primera minoría se quedaba con el tercio restante. El sistema rigió hasta el gobierno de Perón, en el que se volvió a las circunscripciones, pero con un criterio bastante tramposo. Utilizando una estrategia conocida en EUA como gerrymandering,[1] el peronismo manipuló los límites de las circunscripciones para reducir la representación de los partidos opositores y garantizarse una mayoría aplastante en la Cámara Baja. En la dictadura de Guido se estableció el sistema D’Hont de representación proporcional, y se ha estado utilizando para la elección de diputados desde los comicios de 1963 hasta hoy.
Para mí, el sistema uninominal es mucho mejor que el de lista sábana, ya sea con lista completa, incompleta o D’Hont. Es cierto que abre la posibilidad de que un solo partido consiga el 100% de las bancas si gana en todos los distritos, pero dudo mucho que cualquier partido consiga en la Argentina una masividad como esa; ni siquiera el radicalismo o el peronismo, en sus años de gloria (1912-1930; 1946-1955) lograron la hegemonía absoluta. Siempre hubo legisladores, gobernadores o intendentes de la oposición. Si se garantiza que no se trasplante a la Argentina el gerrymandering, considero que sería muy positivo. Los puntos que enumero a continuación tal vez sean un poco ingenuos, pero creo que habría que considerarlos:
  1. Acercaría al votante y su representante.
  2. Obligaría al diputado a tener un alto perfil y trabajar en la Cámara para que los habitantes de su circunscripción lo reelijan.
  3. Evitaría el ingreso a la Cámara de los ilustres desconocidos de siempre.
  4. Daría más independencia a los diputados, pues deberían su banca no a algún favor político del caudillo de turno, sino a su propio carisma.
  5. Llevaría al Congreso muchas problemáticas locales.
Ya sé que en la Argentina la clase política siempre se las arregla para imponer sus reglas de juego y seguramente corromperían de un modo u otro el sistema uninominal. Pero creo había que darle una chance.

[1] Se trata de un término estadounidense basado en un escandalete político que ocurrió con Elbridge Gerry, gobernador de Massachussets en 1810-1812 y luego vicepresidente de EUA desde 1813 hasta su muerte en 1814, que hizo crear una circunscripción en Boston, unificando varios distritos de voto tradicionalmente opositor. La circunscripción en cuestión tenía una forma que recordaba a la de una salamandra, de modo que los medios acuñaron la palabra gerrymander para definirla. En éste link puede verse una imagen de la circunscripción-salamandra de Gerry.

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