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sábado, 22 de septiembre de 2007

Harry en la Calle de la Hilandera

Continuación de La señora Tonks y la señora Malfoy.
Todos los personajes son de J. K. Rowling.

La Calle de la Hilandera era un lugar tan deprimente como Harry imaginaba. No era raro que un hombre como Severus Snape no hubiese querido mudarse jamás, considerando lo que le gustaban los lugares siniestros. Pero Harry tenía una misión y no podía delegarla en nadie más.
Muerto su último propietario, las protecciones mágicas de la casa que había sido de Tobias Snape y Eileen Prince habían desaparecido y Harry pudo entrar con un simple Alohomora dirigido a la cerradura. El interior estaba bastante ordenado, y en rigor no se diferenciaba mucho de cualquier casa muggle. Hacía varios meses que Snape no residía allí.
Harry vio que había dos dormitorios, uno que había sido de Snape y otro que había pertenecido a sus padres. Dentro del dormitorio de Snape, Harry halló lo que buscaba: un retrato cubierto con una sábana, del propio Severus Snape. McGonagall le había contado que poco después de su nombramiento como director, Snape había traído a un pintor mágico para que lo retratase. Eventualmente la pintura sería colgada en el despacho del director, pero el hecho de que Snape hubiese abandonado su cargo poco antes de morir había impedido que el retrato apareciese allí mágicamente, como había ocurrido con el de Dumbledore. Alguien debía buscarlo y llevarlo a Hogwarts para colgarlo en donde le correspondía estar, y Harry exigió ser él quien lo hiciera.
Con el corazón latiéndole rápidamente, Harry destapó el cuadro. Snape había hecho que lo pintasen sentado en su escritorio, con varios libros frente a él (sin duda para que su “otro yo” no se aburriese demasiado). El pintor había capturado a la perfección el aspecto de su ex profesor de pociones, la piel pálida, el pelo negro y grasiento, la nariz ganchuda. Y cuando Snape abrió los ojos, Harry también lo alabó mentalmente por poder capturar lo penetrante de su mirada en el lienzo.
-Vaya, Potter -dijo Snape fríamente-. ¿Qué demonios haces en mi casa?
-Vine para recoger su retrato y llevarlo a Hogwarts.
-¿Y por qué vas a llevarlo allá? Por lo que sé, todavía soy director. Por no mencionar que tú eres fugitivo del Ministerio por haber matado a Albus Dumbledore…
-No hace falta que siga fingiendo, profesor. Voldemort murió hace tres días. Yo lo maté.
La mirada de Snape se volvió aún más escrutadora y, de no haber sabido que los retratos no podían hacer Legeremancia, Harry hubiese temido que intentaría penetrar en su mente. Pero Snape se limitó a mirarlo a los ojos con mucha atención. Después de unos instantes, el Snape del retrato pareció creerle, y se desvió la mirada hacia el escritorio. Estaba claro que ahora reflexionaba sobre las implicancias de lo que Harry le había dicho. El joven mago casi podía ver sus engranajes mentales funcionando. Si Harry había vencido a Voldemort, eso significaba que él ya no era director de Hogwarts (pues seguramente planeaba renunciar si sobrevivía, o bien creía que sería enviado a Azkaban). Pero si su retrato iba a ser colgado en la oficina del director, eso significaba que ya se conocía su verdadero rol en la guerra contra Voldemort. Pero si era Harry y no él mismo quién venía a llevar su retrato a Hogwarts, eso significaba…
-Dime, antes de morir, ¿llegué a contarte lo que sucedió cuando el Señor de las Tinieblas intentó matarte?
-Sí, mientras agonizaba me pasó sus recuerdos.
-¿El fragmento de alma residente en tu cuerpo ha sido destruido?
-Sí.
-¿Y cómo es que estás vivo?
Harry no le había contado a nadie, ni siquiera a Ginny, Ron o Hermione, sobre su encuentro con Dumbledore más allá de la muerte en “King’s Cross”, y no planeaba hacer otra cosa con Snape, así que repitió lo que había dicho en su discurso en el Gran Salón:
-Ni siquiera yo lo entiendo. El Avada Kedavra que me lanzó Voldemort me impactó, pero solamente mató a la porción de su alma que estaba en mi cuerpo. Nuestra conexión se rompió, ya no puedo hablar pársel y la cicatriz se volvió más tenue, mire -dijo, mientras acercaba su frente al retrato.
Snape estaba conmocionado, y sus ojos estaban vidriosos. Parecía a punto de llorar.
-No puedo creerlo… no puedo creerlo… El Señor de las Tinieblas ha muerto y tú vives. Gracias a Dios.
Pero poco después se dio cuenta de frente a quién estaba y recuperó la calma.
-Imagino que habrás visto más cosas, aparte de mi rol en la muerte de Dumbledore, ¿verdad, Potter?
-Sí, sé lo de usted y mi madre.
Snape y Harry permanecieron en silencio por un buen rato. Ninguno de los dos se atrevía a hablar del espinoso tema del enamoramiento de Snape hacia Lily Evans. Al final, Harry dijo:
-Bueno, imagino que querrá saber de qué hablábamos Dumbledore y yo en nuestras clases privadas en mi sexto año.
-Muchos queríamos saber eso, Potter, pero Dumbledore no quería soltar presa.
-¿Quiere hablar de eso con el retrato de Dumbledore en Hogwarts?
-No, preferiría que me lo cuentes tú. No me agrada la idea de que nos escuchen todos los ex directores del colegio.
-De acuerdo.
“Dumbledore debe haberle hecho creer que el alma de Lord Voldemort estaba dividida en dos partes: la que permanecía en su cuerpo y la que residía en el mío. La verdad es que estaba dividida en ocho: las dos que mencioné y otras seis que fue colocando voluntariamente en otros objetos.
Snape nuevamente se puso a reflexionar, tras lo cual dijo:
-Vaya, es impresionante. Jamás oí de ningún mago que consiguiese crear más de un Horrocrux. El Señor de las Tinieblas llegó muy lejos.
-Sí, ciertamente lo hizo. Tres de los Horrocruxes eran objetos que habían pertenecido a los Fundadores de Hogwarts: un relicario de Salazar Slytherin, una copa de Helga Hufflepuff y una diadema de Rowena Ravenclaw. Los otros tres tenían un gran valor personal para él: su diario, el anillo de su abuelo materno Sorvolo Gaunt y la serpiente Nagini.
-Bueno, ya sé cómo fueron destruidos el diario y el anillo. ¿Qué pasó con los demás?
Contarle al retrato de Severus Snape la historia de cómo fueron destruidos los cuatro Horrocruxes de Voldemort no era tan intimidante como lo había sido contárselo a la multitud en el Gran Salón, pero era bastante exigente, ya que Snape lo interrumpía a cada momento con preguntas muy agudas; a veces Harry sentía como si estuviese de nuevo en la mazmorra, defendiéndose de uno de los célebres interrogatorios del profesor.
-¡No puedo creerlo! -dijo Snape al cabo de media hora, cuando Harry ya iba concluyendo su relato- ¡¿Longbottom mató a Nagini?!
-Sí, Fawkes le trajo el Sombrero Seleccionador y la espada de Gryffindor, como cuando yo maté al basilisco.
-Bueno, Potter, quizá los haya subestimado… a Longbottom, a tus amigos y a ti. Tuvieron mucha, mucha suerte, pero no puedo negar que también demostraron cierto talento -dijo Snape con cara de estar tragándose un remedio muy amargo. Harry comprendió que eso era lo más cercano a un elogio que recibiría del ex director-. ¿Vamos a Hogwarts?
-Está bien.
Harry levantó el retrato y lo llevó a la salita de estar. Con un Incendio prendió la chimenea y arrojó unos polvos Flu a las llamas. Antes de decir adonde quería ir, Harry apoyó el retrato de Snape en el estante encima de la chimenea.
-¿Qué sucede, Potter?
-Antes de ir a Hogwarts, quisiera hacerle una última pregunta, en privado: ¿Qué hizo con su viejo libro de pociones?
-¿Necesitas ayuda para tu séptimo año en Hogwarts?
-No, solo tengo curiosidad.
-Bueno, Potter, después de que me mostraste el libro de Weasley -sí, me di cuenta enseguida de que era suyo-, imaginé que deberías haber escondido mi libro en algún lugar. No creí que te atrevieses a dejarlo en la Torre de Gryffindor, y como sabía que conocías la existencia de la Sala Multipropósito, imaginé que estaría allí. Así que esa misma noche fui a la Sala y utilicé el Accio para sacarlo de su escondite.
-¿El Accio? ¡Pero si yo lo usé para tratar de alcanzar la diadema de Ravenclaw y no me sirvió!
-Eso es porque no conoces las reglas de esa versión de la Sala Multipropósito. Los únicos que pueden utilizar el encantamiento convocador para sacar las cosas escondidas allí son o los dueños legítimos del objeto o quienes lo escondieron. O sea que el libro sólo lo podíamos recuperar con el Accio tú y yo. En cuanto a la diadema, los únicos que podían usar exitosamente el encantamiento convocador…
-… eran Voldemort y Rowena Ravenclaw. Ahora lo entiendo. ¿Y qué hizo con él cuando lo recuperó?
-Lo dejé aquí, en mi casa. No quería arriesgarme a que otro estudiante lo usase. Pero ahora creo que sería mejor que lo tengas tú. Considero que el hecho de matar al Señor de las Tinieblas te hace lo bastante confiable. ¿Ves ese cuadro de un plato con limones? Detrás de él hay un compartimiento secreto y ahí está el libro.
Así, con el libro del Príncipe Mestizo en una mano y el retrato de Severus Snape en la otra, Harry dijo “¡Hogwarts!” y entró a las llamas.

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