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miércoles, 31 de octubre de 2007

Marvin Harris y las vacas sagradas de la India

En mi reciente parcial de Antropología, me hicieron estudiar un fragmento del libro Bueno para comer, del antropólogo -para mí- funcionalista Marvin Harris. En él, Harris analiza el por qué algunos alimentos son aceptados por determinadas sociedades y rechazados con asco por otras, y dedica un capítulo a las vacas sagradas de la India. Harris afirma a lo largo de su libro que la aceptación y el rechazo no están vinculados a cuestiones culturales sino a la relación de costos y beneficios económicos y nutricionales que presentan para cada sociedad. A continuación trascribo un pequeño resumen que hice yo sobre su original teoría sobre las vacas sagradas indias (la observación sobre el mito de Caronte es mía, no de Harris).

El carácter sagrado de vacas y toros se vincula en la teología hindú con la creencia en la trasmigración de almas. A sus ojos, todas las criaturas son almas que han ascendido o descendido en el camino hacia el Nirvana. Hacen falta 86 trasmigraciones para pasar de la forma más baja, el demonio, a la vaca, y una más para que el alma pase a ser humana. Pero el alma puede retroceder, y la de un ser humano que mate a una vaca o un toro es rebajada al status de demonio. Además, los hindúes afirman que en cada vaca o toro moran 330 millones de dioses. También hay recompensas para quién preste servicio y culto a una vaca, pues él mismo y 21 generaciones de sus descendientes irán al Nirvana.
Otra creencia es que los muertos deben atravesar a nado un río para llegar al otro mundo, y que pagando limosnas a los templos para la alimentación de las vacas, los deudos le compran al finado el derecho a ser ayudado por una vaca a cruzar el río. Esta creencia es muy similar a la de griegos y romanos, que creían que los muertos debían cruzar el río Estigia para llegar al Hades y que colocaban en sus ojos y/o bocas monedas para que le pagasen al botero Caronte para que los llevase al otro lado. Por ese mismo motivo, muchos hindúes solicitan en su lecho de muerte que se les permita aferrarse al rabo de una vaca.
Marvin Harris afirma que los orígenes históricos del mito de la vaca sagrada están en las costumbres de los vedas, pueblo que dominó el sur de la India entre el siglo XIX y el siglo IX a. C. Entre los vedas ya existía el sistema de castas, y había cuatro: los brahmanes (sacerdotes), los chatrias (jefes militares y políticos), los vaisias (comerciantes) y los sudras (criados). Los vedas tenían una economía predominantemente pastoril, y se alimentaban de carne vacuna tras sacrificar las reses a los dioses. Si bien las raciones de carne eran mayores para los miembros de las castas superiores, el reparto era relativamente equitativo. Cualquier ocasión -una boda, un funeral, una visita diplomática, una victoria militar- era propicia para realizar sacrificios seguidos por banquetes pantagruélicos de carne vacuna.
Alrededor del siglo VII a. C., la población creció enormemente, y la alimentación pasó a depender de la agricultura y de la explotación lechera del ganado. No obstante, los brahmanes y chatrias continuaron con sus sacrificios-banquetes de carne bovina, lo cual en el nuevo contexto no solamente era una demostración casi obscena de la gran diferenciación socioeconómica que existía entre las distintas castas, sino que además causaba bastantes perjuicios a los miembros de las castas más bajas, que dependían de las vacas para la obtención de leche y de los toros para el arado, y que debían cederlos en muchas ocasiones para el consumo de los brahmanes y los chatrias.
En esa situación cargada de tensiones, surgió el budismo. Esta nueva religión, la primera contraria a la matanza de animales. Las enseñanzas de Buda señalaban como pecaminoso el sacrificio ritual de animales, y esta condena fue la clave de su popularidad entre las clases bajas. Abrazar el budismo era, en ese marco, desafiar a los brahmanes y chatrias. Varias religiones similares surgieron al mismo tiempo, la principal de las cuales fue el jainismo, que sobrevivió hasta la actualidad.
Las castas superiores, conscientes del peligro que representaba la nueva situación, decidieron no reprimir al budismo sino llevar su defensa de las vacas un paso más allá; así, el hinduismo pasó a prohibir terminantemente, empleando los argumentos teológicos arriba enumerados, el consumo de carne bovina (el budismo solamente prohibía sacrificar vacas a los dioses o comer carne de vacas sacrificadas, pero no el consumo de su carne en general). Así, los brahmanes y chatrias cedieron el privilegio de comer carne vacuna para conservar su posición de preeminencia social, política y económica.

martes, 30 de octubre de 2007

Escena de María Antonieta con una anomalía

Esta escena de la película María Antonieta, de Sofía Coppola, muestra a la polémica reina francesa divirtiendose con sus amigas, mientras suena una versión remixada de I want candy, de Bow Wow Wow. Al principio de la secuencia puede verse un objeto que no pertenece a ese tiempo y lugar. ¿Será un error de la producción o algo intencional?

lunes, 29 de octubre de 2007

Dos canciones con dedicatoria

Con ya casi el 60% de las mesas escrutadas podemos decir sin temor a equivocarnos que Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner y Julio César Cleto Cobos son la presidenta y el vicepresidente electos de la República Argentina. Quiero dedicarles la primera canción -God save the Queen, de Sex Pistols- a ellos, y la segunda canción -You can’t always get what you want, de los Stones- a los candidatos derrotados en estos comicios (especialmente al falso ingeniero Juan Blumberg, que fue lapidado en la provincia de Buenos Aires, quedando ¡noveno!).


God save the Queen
The fascist regime
They made you a moron
Potential H-bomb

God save the Queen
She ain’t no human being
There is no future
In England’s dreaming

Don’t be told what you want
Don’t be told what you need
There’s no future, no future,
No future for you

God save the Queen
We mean it man
We love our Queen
God saves

God save the Queen
‘Cause tourists are money
And our figurehead
Is not what she seems

Oh God save history
God save your mad parade
Oh Lord God have mercy
All crimes are paid

When there’s no future
How can there be sin
We're the flowers in the dustbin
We're the poison in your human machine
We're the future, your future

God save the Queen
We mean it man
We love our Queen
God saves

God save the Queen
We mean it man
And there is no future
In England’s dreaming

No future, no future,
No future for you
No future, no future,
No future for me

No future, no future,
No future for you
No future, no future
For you


I saw her today at a reception
A glass of wine in her hand
I knew she would meet her connection
At her feet was her footloose man

No, you can’t always get what you want
You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
And if you try sometime you find
You get what you need

I saw her today at the reception
A glass of wine in her hand
I knew she was gonna meet her connection
At her feet was her footloose man

You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
But if you try sometimes you might find
You get what you need

Oh yeah, hey hey hey, oh…

And I went down to the demonstration
To get my fair share of abuse
Singing, “We’re gonna vent our frustration
If we don’t we’re gonna blow a 50-amp fuse”
Sing it to me now…

You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
But if you try sometimes well you just might find
You get what you need
Oh baby, yeah, yeah!

I went down to the Chelsea drugstore
To get your prescription filled
I was standing in line with Mr. Jimmy
And man, did he look pretty ill
We decided that we would have a soda
My favorite flavor, cherry red
I sung my song to Mr. Jimmy
Yeah, and he said one word to me, and that was “dead”
I said to him

You can’t always get what you want, no!
You can’t always get what you want (tell ya baby)
You can’t always get what you want (no)
But if you try sometimes you just might find
You get what you need
Oh yes! Woo!

You get what you need--yeah, oh baby!
Oh yeah!

I saw her today at the reception
In her glass was a bleeding man
She was practiced at the art of deception
Well I could tell by her blood-stained hands

You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
But if you try sometimes you just might find
You just might find
You get what you need

You can’t always get what you want (no, no baby)
You can’t always get what you want
You can’t always get what you want
But if you try sometimes you just might find
You just might find
You get what you need, ah yes…

domingo, 28 de octubre de 2007

Perlitas de la blogósfera (V)

Hoy voy a votar por primera vez en unos comicios presidenciales -mi debut fue en las legislativas del 2005-, comicios que quizá sean los más aburridos de nuestra historia (aunque por otro lado cabe preguntarse si eso es tan malo; ha habido campañas electorales electrizantes de las que surgieron gobiernos de pesadilla). Voy a votar… por ella. Si voy a equivocarme, prefiero equivocarme a lo grande en vez de con algún candidato oscuro al que voto sabiendo que no va a ganar y que por ende no me arriesgo a nada.
Les deseo a todos buena suerte en este domingo tan especial. Gane quién gane, espero que esta elección signifique un paso más en pos de la consolidación de esta democracia que es tan solo dos años, tres meses y siete días mayor que yo.
Sin más preámbulos, las mejores entradas de esta semana en la blogósfera:

sábado, 27 de octubre de 2007

A quienes deben votar los católicos mañana

Gracias al blog Entretanto, me topé con este esclarecedor texto de “orientación” para los católicos en las elecciones de mañana. Como esta pieza es tan, pero tan persuasiva, decidí desafiar la veda electoral y postearla. Se la puede leer en su contexto original acá.

Orientación doctrina para la elección
ELECCIONES PRESIDENCIALES 2007

La Escuela de Dirigentes “Santo Tomas Moro” procura por éste medio compartir su opinión sobre las próximas elecciones presidenciales. Hemos analizado:

1. Los principios, criterios de juicio y directrices para la acción, que contiene la Doctrina Social de la Iglesia, sintetizados en cuatro documentos, a saber:
Carta Apostólica,
Octogesima adveniens”, Pablo VI, 1971.
Exhortación Apostólica
Christifideles Laici”, Juan Pablo II, 1988.
“Nota Doctrinal sobre algunos cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política”; Congregación para la Doctrina de la Fe, 2002.
“Exhortación pastoral sobre el compromiso ciudadano y las próximas elecciones”; Conferencia Episcopal Argentina, 28-4-2007.

2. En el documento pontificio “
Sacramentun Caritatis” (22-2-07), Benedicto XVI señala la grave responsabilidad de los cristianos cuando deben decidir sobre cuatro valores que no son negociables:
  • Defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural;
  • La familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer;
  • La libertad de educación de los hijos;
  • La promoción del bien común en todas sus formas.
3. A la luz de la Doctrina, hemos revisado las propuestas electorales de las 13 fórmulas que se postulan en ésta oportunidad. Se ha prestado particular interés a los antecedentes de los candidatos y de las respectivas fuerzas políticas que los postulan.

4. La conclusión a que pretendemos arribar es, únicamente, determinar de qué opciones electorales dispone un católico, que sean compatibles con la doctrina de la fe que profesa. No pretendemos evaluar la calidad técnica de los programas, ni la factibilidad de concretar las promesas electorales. Tampoco nos preocupa la cantidad de votos que pueda obtener cada fórmula.

5. Evaluando, con la mayor objetividad posible, todos los aspectos mencionados, efectuamos la siguiente conclusión esquemática:

A) Una fórmula carece de la mínima seriedad para ser considerada, tanto por los antecedentes de los candidatos a Presidente y a Vice, como por la fuerza política que los postulan:
Raúl Castells - “Nina” Pelozo: Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados
Orientación ideológica: marxista.

B) Fuerzas políticas que se basan explícitamente en la ideología marxista -en sus distintos matices- , condenada por la Iglesia:
José Montes - Héctor Heberling: Frente de Izquierda y los Trabajadores por el Socialismo (PTS, MAS, Izquierda Socialista)
Néstor Pitrola - Gabriela Arroyo: Partido Obrero (que publica la revista “En defensa del Marxismo”)
Vilma Ripoll - Héctor Bidonde: Movimiento Socialista de los Trabajadores
Fermando Solanas - Ángel Cadelli: Partido Socialista Auténtico

C) Luis Ammann - Rogelio Deleonardi: FRAL, Frente Amplio hacia la Unidad Latinoamericana (Partido Humanista y Partido Comunista) El Partido Humanista es la expresión política de la Comunidad, movimiento esotérico, creado por “Silo”, con una posición antagónica al cristianismo.

D) Ricardo López Murphy - Esteban Bullrich: Recrear.
Orientación ideológica: liberal.
Su posición ideológica quedó manifestada en su breve experiencia como ministro de Economía, cuando, para mejorar la situación presupuestaria, dispuso reducir los sueldos y jubilaciones. En su programa no se encuentran definiciones sobre los temas de bioética no negociables, y el candidato ha eludido pronunciarse sobre ellos en público. En la única declaración sobre la cuestión, que hemos encontrado, sostiene que “sería simplista creer que el aborto es la solución, más bien hay que lograr que ninguna mujer esté en esa situación tan extrema y dramática” (Infobae, 10-10-05). Sin embargo, legisladores de su partido han apoyado las leyes de Salud Reproductiva y de Uniones Civiles.

E) Elisa Carrió - Rubén Giustiniani: Coalición Cívica.
Orientación ideológica: socialdemócrata
Se ha manifestado a favor de legalizar las uniones de homosexuales. Su candidato a vicepresidente (Presidente del P. Socialista) y los principales legisladores de su partido (ARI) han votado las leyes de: esterilización quirúrgica, educación, educación sexual, CEDAW, etc.

F) Jorge Sobisch - Jorge Asís: Movimiento de las Provincias Unidas
Orientación ideológica: justicialista.
Con buenos antecedentes como Intendente y Gobernador en Neuquén. En la Convención Constituyente de 2006 -presidida por Sobisch- que reformó la Constitución de Neuquén, se incluyeron en el texto los derechos sexuales y reproductivos. Sin embargo, en la Declaración de Principios de su proyecto político, se afirma que “reafirmamos y expresamos nuestra convicción y fe cristiana en el derecho de cada persona a la vida, ya desde su concepción. Honrar la vida, proclamar el derecho del embrión a ser persona, defender el derecho a nacer, crecer y desarrollarse…”.

G) Alberto Rodríguez Saá - Héctor Maya: Frente Justicia, Unión y Libertad
Orientación ideológica: justicialista
Este candidato acaba de ganar la reelección como Gobernador de San Luis; debiendo recordarse que su hermano Adolfo gobernó durante 20 años la provincia, siendo innegable que la misma mejoró sustancialmente. El actual Gobernador, se ha declarado públicamente ateo, en varias oportunidades, habiendo afirmado, por ejemplo, “la Biblia es un cuento de ciencia ficción”. Su posición, teñida de esoterismo (Noticias, 15-9-07), lo enfrentó con la Iglesia. Despojó a congregaciones religiosas de la administración de los Institutos: Colonia Hogar, Materno Infantil y Hogar de Ancianos

H) Roberto Lavagna - Gerardo Morales: Concertación UNA (incluye a la Unión Cívica Radical)
Orientación ideológica: justicialista.
En su programa, no se encuentran definiciones sobre los cuatro temas no negociables. Tampoco puede deducirse la posición de su trayectoria en la función pública, puesto que colaboró en los gobiernos de Perón, Alfonsín, De la Rúa, Duhalde y Kirchner. En un reportaje en La Nación (15-4-07) se manifestó de acuerdo en despenalizar el aborto con algunos límites. Lanzó su candidatura en Tilcara, Jujuy, en una ceremonia de homenaje a la Pachamama (La Nación, 22-7-07).

I) Cristina Fernández de Kirchner - Julio César Cobos: Frente para la Victoria.
Orientación ideológica: socialdemócrata
Como Senadora, votó a favor las leyes de: esterilización quirúrgica, educación, educación sexual. Pertenece al equipo político que encabeza su esposo, el actual Presidente, cuya manifestación cultural más clara está contenida en el Decreto Nº 1086/05: Plan Nacional contra la Discriminación, que incluye propuestas concretas que se procura convertir en normas jurídicas:
  • Legalización de la prostitución (Nº 53).
  • Reconocimiento de asociaciones de meretrices (Nº 52) y de homosexuales (Nº 20).
  • Autorización de intervenciones quirúrgicas de cambio de sexo (Nº 21).
  • Eliminación de símbolos religiosos en ámbitos públicos (Nº 74).
  • Despenalización del aborto procurado (Nº 234, 236, 237 y 238).
  • Otorgamiento de derechos similares a los matrimoniales, para parejas del mismo sexo (Nº 19).
J) Gustavo Breide Obeid - Héctor Vergara: Partido Popular de la Reconstrucción.
Orientación ideológica: nacionalista.
Ex militar, licenciado en Ciencia Política y docente universitario. En la Declaración de Principios de su partido se afirma: “Que la dimensión trascendente del hombre debe ser preservada tanto del acoso de los ideologismos, como del materialismo y de las pautas culturales extrañas”.

6. Las opciones electorales “Sobisch” y “Breide Obeid”, son las únicas en las que no encontramos elementos que resulten contradictorios con los principios doctrinarios, y que, por lo tanto, podrían ser apoyadas en la primera vuelta.

7. Como se elegirán también diputados nacionales, y, en algunos distritos, senadores nacionales, consideramos que no sería coherente votar para estos cargos a candidatos de los partidos/alianzas indicados en A-B-C. Con respecto a los demás partidos/alianzas (D a J), si se postulan algunos dirigentes que resulten confiables, aunque los respectivos candidatos a presidente no lo sean, pueden ser apoyados para dichos cargos legislativos.

8. En el caso de existir una segunda vuelta, y presuponiendo que una de las más votadas será la Sra. Kirchner, sería lícito apoyar la opción “Lavagna”, por aplicación del principio del mal menor.

Córdoba, Setiembre 26 de 2007.-
Mario Meneghini
escuelatmoro@gmail.com

martes, 23 de octubre de 2007

We’ll meet again...

Debido a una avalancha de parciales que mis profesores me propinaron muy gentilmente, no voy a poder postear en Terra Incognita II tan seguido como siempre durante lo que resta de octubre ni durante buena parte de noviembre (no así en Albus y Harry, donde no es tan difícil postear un fanfic por semana). De modo que los dejo con escenas del final de Doctor Strangelove, de Stanley Kubrick.

lunes, 22 de octubre de 2007

De barro estamos hechos

En los últimos días he estado muy ocupado con un trabajo práctico para la materia conocida oficialmente como Espacio Temporal de Argentina y América, e informalmente como Geografía Americana. Para ese trabajo he tenido que investigar las catástrofes naturales más destacadas acontecidas en el continente, lo cual me ha traído a la mente este relato del libro Cuentos de Eva Luna, de Isabel Allende. Espero que les guste.

Descubrieron la cabeza de la niña asomada en el lodazal, con los ojos abiertos, llamando sin voz. Tenía un nombre de Primera Comunión, Azucena. En aquel interminable cementerio, donde el olor de los muertos atraía a los buitres más remotos y donde los llantos de los huérfanos y los lamentos de los heridos llenaban el aire, esa muchacha obstinada en vivir se convirtió en el símbolo de la tragedia. Tanto transmitieron las cámaras la visión insoportable de su cabeza brotando del barro, como una negra calabaza, que nadie se quedó sin conocerla ni nombrarla. Y siempre que la vimos aparecer en la pantalla, atrás estaba Rolf Carlé, quien llegó al lugar atraído por la noticia, sin sospechar que allí encontraría un trozo de su pasado, perdido treinta años atrás.
Primero fue un sollozo subterráneo que remeció los campos de algodón, encrespándolos como una espumosa ola. Los geólogos habían instalado sus máquinas de medir con semanas de anticipación y ya sabían que la montaña había despertado otra vez. Desde hacía mucho pronosticaban que el calor de la erupción podía desprender los hielos eternos de las laderas del volcán, pero nadie hizo caso de esas advertencias, porque sonaban a cuento de viejas. Los pueblos del valle continuaron su existencia sordos a los quejidos de la tierra, hasta la noche de ese miércoles de noviembre aciago, cuando un largo rugido anunció el fin del mundo y las paredes de nieve se desprendieron, rodando en un alud de barro, piedras y agua que cayó sobre las aldeas, sepultándolas bajo metros insondables del vómito telúrico. Apenas lograron sacudirse la parálisis del primer espanto, los sobrevivientes comprobaron que las casas, las plazas, las iglesias, las blancas plantaciones de algodón, los sombríos bosques del café y los potreros de los toros sementales habían desaparecido. Mucho después, cuando llegaron los voluntarios y los soldados a rescatar a los vivos y sacar la cuenta de la magnitud del cataclismo, calcularon que bajo el lodo había más de veinte mil seres humanos y un número impreciso de bestias, pudriéndose en un caldo viscoso. También habían sido derrotados los bosques y los ríos y no quedaba a la vista sino un inmenso desierto de barro.
Cuando llamaron del Canal en la madrugada, Rolf Carlé y yo estábamos juntos. Salí de la cama aturdida de sueño y partí a preparar café mientras él se vestía deprisa. Colocó sus elementos de trabajo en la bolsa de lona verde que siempre llevaba, y nos despedimos como tantas otras veces. No tuve ningún presentimiento. Me quedé en la cocina sorbiendo mi café y planeando las horas sin él, segura de que al día siguiente estaría de regreso.
Fue de los primeros en llegar, porque mientras otros periodistas se acercaban a los bordes del pantano en jeeps, en bicicletas, a pie, abriéndose camino cada uno como mejor pudo, él contaba con el helicóptero de la televisión y pudo volar por encima del alud. En las pantallas aparecieron las escenas captadas por la cámara de su asistente, donde él se veía sumergido hasta las rodillas, con un micrófono en la mano, en medio de un alboroto de niños perdidos, de mutilados, de cadáveres y de ruinas. El relato nos llegó con su voz tranquila. Durante años lo había visto en los noticiarios, escarbando en batallas y catástrofes, sin que nada le detuviera, con una perseverancia temeraria, y siempre me asombró su actitud de calma ante el peligro y el sufrimiento, como si nada lograra sacudir su fortaleza ni desviar su curiosidad. El miedo parecía no rozarlo, pero él me había confesado que no era hombre valiente, ni mucho menos. Creo que el lente de la máquina tenía un efecto extraño en él, como si lo transportara a otro tiempo, desde el cual podía ver los acontecimientos sin participar realmente en ellos. Al conocerlo más comprendí que esa distancia ficticia lo mantenía a salvo de sus propias emociones.
Rolf Carlé estuvo desde el principio junto a Azucena. Filmó a los voluntarios que la descubrieron y a los primeros que intentaron aproximarse a ella, su cámara enfocaba con insistencia a la niña, su cara morena, sus grandes ojos desolados, la maraña compacta de su pelo. En ese lugar el fango era denso y había peligro de hundirse al pisar. Le lanzaron una cuerda, que ella no hizo empeño en agarrar, hasta que le gritaron que la cogiera, entonces sacó una mano y trató de moverse, pero en seguida se sumergió más. Rolf soltó su bolsa y el resto de su equipo y avanzó en el pantano, comentando para el micrófono de su ayudante que hacía frío y que ya comenzaba la pestilencia de los cadáveres.
-¿Cómo te llamas? -le preguntó a la muchacha y ella le respondió con su nombre de flor- No te muevas, Azucena -le ordenó Rolf Carlé y siguió hablándole sin pensar qué decía, sólo para distraerla, mientras se arrastraba lentamente con el barro hasta la cintura. El aire a su alrededor parecía tan turbio como el lodo.
Por ese lado no era posible acercarse, así es que retrocedió y fue a dar un rodeo por donde el terreno parecía más firme. Cuando al fin estuvo cerca tomó la cuerda y se la amarró bajo los brazos, para que pudieran izarla. Le sonrió con esa sonrisa suya que le achica los ojos y lo devuelve a la infancia, le dijo que todo iba bien, ya estaba con ella, en seguida la sacarían. Les hizo señas a los otros para que halaran, pero apenas se tensó la cuerda la muchacha gritó. Lo intentaron de nuevo y aparecieron sus hombros y sus brazos, pero no pudieron moverla más, estaba atascada. Alguien sugirió que tal vez tenía las piernas comprimidas entre las ruinas de su casa, y ella dijo que no eran sólo escombros, también la sujetaban los cuerpos de sus hermanos, aferrados a ella.
-No te preocupes, vamos a sacarte de aquí -le prometió Rolf. A pesar de las fallas de transmisión, noté que la voz se le quebraba y me sentí tanto más cerca de él por eso. Ella lo miró sin responder.
En las primeras horas Rolf Carlé agotó todos los recursos de su ingenio para rescatarla. Luchó con palos y cuerdas, pero cada tirón era un suplicio intolerable para la prisionera. Se le ocurrió hacer una palanca con unos palos, pero eso no dio resultado y tuvo que abandonar también esa idea. Consiguió un par de soldados que trabajaron con él durante un rato, pero después lo dejaron solo, porque muchas otras víctimas reclamaban ayuda. La muchacha no podía moverse y apenas lograba respirar, pero no parecía desesperada, como si una resignación ancestral le permitiera leer su destino. El periodista, en cambio, estaba decidido a arrebatársela a la muerte. Le llevaron un neumático, que colocó bajo los brazos de ella como un salvavidas, y luego atravesó una tabla cerca del hoyo para apoyarse y así alcanzarla mejor. Como era imposible remover los escombros a ciegas, se sumergió un par de vece para explorar ese infierno, pero salió exasperado, cubierto de lodo, escupiendo piedras. Dedujo que se necesitaba una bomba para extraer el agua y envió a solicitarla por radio, pero volvieron con el mensaje de que no había transporte y no podían enviarla hasta la mañana siguiente.
-¡No podemos esperar tanto! -reclamó Rolf Carlé, pero en aquel zafarrancho nadie se detuvo a compadecerlo. Habrían de pasar todavía muchas horas más antes de que él aceptara que el tiempo se había estancado y que la realidad había sufrido una distorsión irremediable.
Un médico militar se acercó a examinar a los niños y afirmó que su corazón funcionaba bien y que si no se enfriaba demasiado podría resistir esa noche.
-Ten paciencia, Azucena, mañana traerán la bomba -trató de consolarla Rolf Carlé.
-No me dejes sola -le pidió ella.
-No, claro que no.
Les llevaron café y él se lo dio a la muchacha, sorbo a sorbo. El líquido caliente la animó y empezó a hablar de su pequeña vida, de su familia y de la escuela, de cómo era ese pedazo de mundo antes de que reventara el volcán. Tenía trece años y nunca había salido de los límites de su aldea. El periodista, sostenido por un optimismo prematuro, se convenció de que todo terminaría bien, llegaría la bomba, extraerían el agua, quitarían los escombros y Azucena sería trasladada en helicóptero a un hospital, donde se repondría con rapidez y donde él podría visitarla llevándole regalos. Pensó que ya no tenía edad para muñecas y no supo qué le gustaría, tal vez un vestido. No entiendo mucho de mujeres, concluyó divertido, calculando que había tenido muchas en su vida, pero ninguna le había enseñado esos detalles. Para engañar las horas comenzó a contarle sus viajes y sus aventuras de cazador de noticias, y cuando se le agotaron los recuerdos echó mano de la imaginación para inventar cualquier cosa que pudiera distraerla. En algunos momentos ella dormitaba, pero él seguía hablándole en la oscuridad, para demostrarle que no se había ido y para vencer el acoso de la incertidumbre.
Ésa fue una larga noche.
A muchas millas de allí, yo observaba en una pantalla a Rolf Carlé y a la muchacha. No resistí la espera en la casa y me fui a la Televisión Nacional, donde muchas veces pasé noches enteras con él editando programas. Así estuve cerca suyo y pude asomarme a lo que vivió en esos tres días definitivos. Acudí a cuanta gente importante existe en la ciudad, a los senadores de la República, a los generales de las Fuerzas Armadas, al embajador norteamericano y al presidente de la Compañía de Petróleos, rogándoles por una bomba para extraer el barro, pero sólo obtuve vagas promesas. Empecé a pedirla con urgencia por radio y televisión, a ver si alguien podía ayudarnos. Entre llamadas corría al centro de recepción para no perder las imágenes del satélite, que llegaban a cada rato con nuevos detalles de la catástrofe. Mientras los periodistas seleccionaban las escenas de más impacto para el noticiario, yo buscaba aquellas donde aparecía el pozo de Azucena. La pantalla reducía el desastre a un solo plano y acentuaba la tremenda distancia que me separaba de Rolf Carlé, sin embargo yo estaba con él, cada padecimiento de la niña me dolía como a él, sentía su misma frustración, su misma impotencia. Ante la imposibilidad de comunicarme con él, se me ocurrió el recurso fantástico de concentrarme para alcanzarlo con la fuerza del pensamiento y así darle ánimo. Por momentos me aturdía en una frenética e inútil actividad, a ratos me agobiaba la lástima y me echaba a llorar, y otras veces me vencía el cansancio y creía estar mirando por un telescopio la luz de una estrella muerta hace un millón de años.
En el primer noticiario de la mañana vi aquel infierno, donde flotaban cadáveres de hombres y animales arrastrados por las aguas de nuevos ríos, formados en una sola noche por la nieve derretida. Del lodo sobresalían las copas de algunos árboles y el campanario de una iglesia, donde varias personas habían encontrado refugio y esperaban con paciencia a los equipos de rescate. Centenares de soldados y de voluntarios de la Defensa Civil intentaban remover escombros en busca de los sobrevivientes, mientras largas filas de espectros en harapos esperaban su turno para un tazón de caldo. Las cadenas de radio informaron que sus teléfonos estaban congestionados por las llamadas de familias que ofrecían albergue a los niños huérfanos. Escaseaban el agua para beber, la gasolina y los alimentos. Los médicos, resignados a amputar miembros sin anestesia, reclamaban al menos sueros, analgésicos y antibióticos, pero la mayor parte de los caminos estaban interrumpidos y además la burocracia retardaba todo. Entretanto, el barro contaminado por los cadáveres en descomposición amenazaba de peste a los vivos.
Azucena temblaba apoyada en el neumático que la sostenía sobre la superficie. La inmovilidad y la tensión la habían debilitado mucho, pero se mantenía consciente y todavía hablaba con voz perceptible cuando le acercaban un micrófono. Su tono era humilde, como si estuviera pidiendo perdón por causar tantas molestias. Rolf Carlé tenía la barba crecida y sombras oscuras bajo los ojos, se veía agotado. Aun a esa enorme distancia pude percibir la calidad de ese cansancio, diferente a todas las fatigas anteriores de su vida. Había olvidado por completo la cámara, ya no podía mirar a la niña a través de un lente. Las imágenes que nos llegaban no eran de su asistente, sino de otros periodistas que se habían adueñado de Azucena, atribuyéndole la patética responsabilidad de encarnar el horror de lo ocurrido en ese lugar. Desde el amanecer Rolf se esforzó de nuevo por mover los obstáculos que retenían a la muchacha en esa tumba, pero disponía sólo de sus manos, no se atrevía a utilizar una herramienta, porque podía herirla. Le dio a Azucena la taza de papilla de maíz y plátano que distribuía el Ejército, pero ella la vomitó de inmediato. Acudió un médico y comprobó que estaba afiebrada, pero dijo que no se podía hacer mucho, los antibióticos estaban reservados para los casos de gangrena. También se acercó un sacerdote a bendecirla y colgarle al cuello una medalla de la Virgen. En la tarde empezó a caer una llovizna suave, persistente.
-El cielo está llorando -murmuró Azucena y se puso a llorar también.
-No te asustes -le suplicó Rolf-. Tienes que reservar tus fuerzas y mantenerte tranquila, todo saldrá bien, yo estoy contigo y te voy a sacar de aquí de alguna manera.
Volvieron los periodistas para fotografiarla y preguntarle las mismas cosas que ella ya no intentaba responder. Entretanto llegaban más equipos de televisión y cine, rollos de cables, cintas, películas, vídeos, lentes de precisión, grabadoras, consolas de sonido, luces, pantallas de reflejo, baterías y motores, cajas con repuestos, electricistas, técnicos de sonido y camarógrafos, que enviaron el rostro de Azucena a millones de pantallas de todo el mundo. Y Rolf Carlé continuaba clamando por una bomba. El despliegue de recursos dio resultados y en la Televisión Nacional empezamos a recibir imágenes más claras y sonidos más nítidos, la distancia pareció acortarse de súbito y tuve la sensación atroz de que Azucena y Rolf se encontraban a mi lado, separados de mí por un vidrio irreductible. Pude seguir los acontecimientos hora a hora, supe cuánto hizo mi amigo por arrancar a la niña de su prisión y para ayudarla a soportar su calvario, escuché fragmentos de lo que hablaron y el resto pude adivinarlo, estuve presente cuando ella le enseñó a Rolf a rezar y cuando él la distrajo con los cuentos que yo le he contado en mil y una noches bajo el mosquitero blanco de nuestra cama.
Al caer la oscuridad del segundo día él procuró hacerla dormir con las viejas canciones de Austria aprendidas de su madre, pero ella estaba más allá del sueño. Pasaron gran parte de la noche hablando, los dos extenuados, hambrientos, sacudidos por el frío. Y entonces, poco a poco, se derribaron las firmes compuertas que retuvieron el pasado de Rolf Carlé durante muchos años, y el torrente de cuanto había ocultado en las capas más profundas y secretas de la memoria salió por fin, arrastrando a su paso los obstáculos que por tanto tiempo habían bloqueado su conciencia. No todo pudo decírselo a Azucena, ella tal vez no sabía que había mundo más allá del mar ni tiempo anterior al suyo, era incapaz de imaginar Europa en la época de la guerra, así es que no le contó de la derrota, ni de la tarde en que los rusos lo llevaron al campo de concentración para enterrar a los prisioneros muertos de hambre. ¿Para qué explicarle que los cuerpos desnudos, apilados como una montaña de leños, parecían de loza quebradiza? ¿Cómo hablarle de los hornos y las horcas a esa niña moribunda? Tampoco mencionó la noche en que vio a su madre desnuda, calzada con zapatos rojos de tacones de estilete, llorando de humillación. Muchas cosas se calló, pero en esas horas revivió por primera vez todo aquello que su mente había intentado borrar. Azucena le hizo entrega de su miedo y así, sin quererlo, obligó a Rolf a encontrarse con el suyo. Allí, junto a ese pozo maldito, a Rolf le fue imposible seguir huyendo de sí mismo y el terror visceral que marcó su infancia lo asaltó por sorpresa. Retrocedió a la edad de Azucena y más atrás, y se encontró como ella atrapado en un pozo sin salida, enterrado en vida, la cabeza a ras de suelo, vio juntos a su cara las botas y las piernas de su padre, quien se había quitado la correa de la cintura y la agitaba en el aire con un silbido inolvidable de víbora furiosa. El dolor lo invadió, intacto y preciso, como siempre estuvo agazapado en su mente. Volvió al armario donde su padre lo ponía bajo llave para castigarlo por faltas imaginarias y allí estuvo horas eternas con los ojos cerrados para no ver la oscuridad, los oídos tapados con las manos para no oír los latidos de su propio corazón, temblando, encogido como un animal. En la neblina de los recuerdos encontró a su hermana Katharina, una dulce criatura retardada que pasó la existencia escondida con la esperanza de que el padre olvidara la desgracia de su nacimiento. Se arrastró junto a ella bajo la mesa del comedor y allí ocultos tras un largo mantel blanco, los dos niños permanecieron abrazados, atentos a los pasos y a las voces. El olor de Katharina le llegó mezclado con el de su propio sudor, con los aromas de la cocina, ajo, sopa, pan recién horneado y con un hedor extraño de barro podrido. La mano de su hermana en la suya, su jadeo asustado, el roce de su cabello salvaje en las mejillas, la expresión cándida de su mirada. Katharina, Katharina… surgió ante él flotando como una bandera, envuelta en el mantel blanco convertido en mortaja, y pudo por fin llorar su muerte y la culpa de haberla abandonado. Comprendió entonces que sus hazañas de periodista, aquellas que tantos reconocimientos y tanta fama le había dado, eran sólo un intento de mantener bajo control su miedo más antiguo, mediante la treta de refugiarse detrás de un lente a ver si así la realidad le resultaba más tolerable. Enfrentaba riesgos desmesurados como ejercicio de coraje, entrenándose de día para vencer los monstruos que lo’ atormentaban de noche. Pero había llegado el instante de la verdad y ya no pudo seguir escapando de su pasado. Él era Azucena, estaba enterrado en el barro, su terror no era la emoción remota de una infancia casi olvidada, era una garra en la garganta. En el sofoco del llanto se le apareció su madre, vestida de gris y con su cartera de piel de cocodrilo apretada contra el regazo, tal como la viera por última vez en el muelle, cuando fue a despedirlo al barco en el cual él se embarcó para América. No venía a secarle las lágrimas, sino a decirle que cogiera una pala, porque la guerra había terminado y ahora debían enterrar a los muertos.
-No llores. Ya no me duele nada, estoy bien -le dijo Azucena al amanecer.
-No lloro por ti, lloro por mí, que me duele todo -sonrió Rolf Carlé.
En el valle del cataclismo comenzó el tercer día con una luz pálida entre nubarrones. El Presidente de la República se trasladó a la zona y apareció en traje de campaña para confirmar que era la peor desgracia de este siglo, el país estaba de duelo, las naciones hermanas habían ofrecido ayuda, se ordenaba estado de sitio, las Fuerzas Armadas serían inclementes, fusilarían sin trámites a quien fuera sorprendido robando o cometiendo otras fechorías. Agregó que era imposible sacar todos los cadáveres ni dar cuenta de los millares de desaparecidos, de modo que el valle completo se declaraba camposanto y los obispos vendrían a celebrar una misa solemne por las almas de las víctimas. Se dirigió a las carpas del Ejército, donde se amontonaban los rescatados, para entregarles el alivio de promesas inciertas, y al improvisado hospital, para dar una palabra de aliento a los médicos y enfermeras, agotados por tantas horas de penurias. Enseguida se hizo conducir al lugar donde estaba Azucena, quien para entonces ya era célebre, porque su imagen había dado la vuelta al planeta. La saludó con su lánguida mano de estadista y los micrófonos registraron su voz conmovida y su acento paternal, cuando le dijo que su valor era un ejemplo para la patria. Rolf Carlé lo interrumpió para pedirle una bomba y él le aseguró que se ocuparía del asunto en persona. Alcancé a ver a Rolf por unos instantes, en cuclillas junto al pozo. En el noticiario de la tarde se encontraba en la misma postura: y yo, asomada a la pantalla como una adivina ante su bola de cristal, percibí que algo fundamental había cambiado en él, adiviné que durante la noche se habían desmoronado sus defensas y se había entregado al dolor, por fin vulnerable. Esa niña tocó una parte de su alma a la cual él mismo no había tenido acceso y que jamás compartió conmigo. Rolf quiso consolarla y fue Azucena quien le dio consuelo a él.
Me di cuenta del momento preciso en que Rolf dejó de luchar y se abandonó al tormento de vigilar la agonía de la muchacha. Yo estuve con ellos, tres días y dos noches, espiándolos al otro lado de la vida. Me encontraba allí cuando ella le dijo que en sus trece años nunca un muchacho la había querido y que era una lástima irse de este mundo sin conocer el amor, y él le aseguró que la amaba más de lo que jamás podría amar a nadie, más que a su madre y a su hermana, más que a todas las mujeres que habían dormido en sus brazos, más que a mí, su compañera, que daría cualquier cosa por estar atrapado en ese pozo en su lugar, que cambiaría su vida por la de ella, y vi cuando se inclinó sobre su pobre cabeza y la besó en la frente, agobiado por un sentimiento dulce y triste que no sabía nombrar. Sentí cómo en ese instante se salvaron ambos de la desesperanza, se desprendieron del lodo, se elevaron por encima de los buitres y de los helicópteros, volaron juntos sobre ese vasto pantano de podredumbre y lamentos. Y finalmente pudieron aceptar la muerte. Rolf Carlé rezó en silencio para que ella se muriera pronto, porque ya no era posible soportar tanto dolor.
Para entonces yo había conseguido una bomba y estaba en contacto con un general dispuesto a enviarla en la madrugada del día siguiente en un avión militar. Pero al anochecer de ese tercer día, bajo las implacables lámparas de cuarzo y los lentes de cien máquinas, Azucena se rindió, sus ojos perdidos en los de ese amigo que la había sostenido hasta el final. Rolf Carlé le quitó el salvavidas, le cerró los párpados, la retuvo apretada contra su pecho por unos minutos y después la soltó. Ella se hundió lentamente, una flor en el barro.
Estás de vuelta conmigo, pero ya no eres el mismo hombre. A menudo te acompaño al Canal y vemos de nuevo los videos de Azucena, los estudias con atención, buscando algo que pudiste haber hecho para salvarla y no se te ocurrió a tiempo.
O tal vez los examinas para verte como en un espejo, desnudo. Tus cámaras están abandonadas en un armario, no escribes ni cantas, te queda durante horas sentado ante la ventana mirando las montañas. A tu lado, yo espero que completes el viaje hacia el interior de ti mismo y te cures de las viejas heridas. Sé que cuando regreses de tus pesadillas caminaremos otra vez de la mano, como antes.

sábado, 20 de octubre de 2007

La masacre de La Plata

El asesinato de los tres policías en la ciudad de La Plata no puede verse apenas como un hecho delictivo. Hay que ser o un tarado o un hipócrita para creer que esto es simplemente producto del fracaso de la política de seguridad de Kirchner, Solá y Arslanian. No se trató de una venganza personal ni de un robo que desembocó en un triple homicidio: los policías fueron ejecutados. El robo posterior de las armas y del vehículo policial fue intento de disimular el movil del asesinato, o bien de confundir a los investigadores y la opinión pública.
Es un error grosero por parte del kirchnerismo intentar atribuir a la oposición el crimen. También es un error por parte de la oposición atribuir el crimen a la incompetencia del oficalismo (o a un resurgimiento de la guerrilla de izquierda, como insinuó el candidato a presidente y a senador Ricardo López Murphy y afirmó más categóricamente Isidoro_Cañones en ElForro).
A menos que nuevas evidencias demuestren lo contrario, a mi entender lo que pasó fue obra de la “Maldita Policía”. No es imposible que los policías que fueron desplazados por Arslanian pero que aún conservan su influencia en el submundo del delito tengan interés en condicionar al eventual gobierno de Scioli. Tampoco es imposible que haya un componente político en el crimen; a los ojos de los “porongas” un gobierno de derecha sería más propenso a darles carta blanca para dedicarse a sus negocios libremente. Matar a tres policías a una semana de las elecciones no puede dejar de tener su impacto político, pues instala una sensación de descontrol y quizá le arrée votos al Pibe Valderrama o al falso ingeniero Blumberg. Por ahora los interrogantes superan en número a las certezas.

viernes, 19 de octubre de 2007

Número musical de Bailarina en la oscuridad

Junto con el número del juzgado, esta es, para mí, la mejor escena musical de la terrible y maravillosa Bailarina en la oscuridad, de Lars Von Trier. Creo que Senses & Nonsenses ya lo posteó en su blog, pero de todos modos el video me gusta tanto que voy a imitarlo.

jueves, 18 de octubre de 2007

Walk on - U2

Un chico que conozco, llamémoslo simplemente “P”, sufrió recientemente un desengaño. A “P” le gustaba una chica, “E”, y ensayó varias estrategias para conseguirla. Hace pocos días “P” volvió de su comarca y le mandó un SMS a “E” proponiéndole una inocente salida “a tomar algo”. “E”, que es unos tres años mayor que “P” y debe tener más experiencia en estas cosas, le mandó otro SMS en el que rechazaba, con los términos más tajantes, tanto su invitación como cualquier posibilidad de tener una relación con “P”. Así que quiero dedicarle esta canción al pobre “P”. Better luck next time, kid.



And love is not the easy thing
The only baggage you can bring…
And love is not the easy thing…
The only baggage you can bring
Is all that you can’t leave behind

And if the darkness is to keep us apart
And if the daylight feels like it’s a long way off
And if your glass heart should crack
And for a second you turn back
Oh no, be strong

Walk on, walk on
What you got, they can’t steal it
No they can’t even feel it
Walk on, walk on
Stay safe tonight…

You’re packing a suitcase for a place none of us has been
A place that has to be believed to be seen
You could have flown away
A singing bird in an open cage
Who will only fly, only fly for freedom

Walk on, walk on
What you got they can't deny it
Can’t sell it or buy it
Walk on, walk on
Stay safe tonight

And I know it aches
And your heart it breaks
And you can only take so much
Walk on, walk on

Home… hard to know what it is if you never had one
Home… I can’t say where it is but I know I'm going home
That’s where the heart is

I know it aches
How your heart it breaks
And you can only take so much
Walk on, walk on

Leave it behind
You’ve got to leave it behind
All that you fashion
All that you make
All that you build
All that you break
All that you measure
All that you steal
All this you can leave behind
All that you reason
All that you sense
All that you speak
All you dress up
All that you scheme…

miércoles, 17 de octubre de 2007

62 años

Decir que el 17 de octubre de 1945 fue una fecha histórica es una perogrullada, pero es imprescindible reconocerlo. El 17 de octubre fue el momento en que un simple militar con ambiciones políticas -lo mismo que decenas, quizá centenares de otros militares en las décadas anteriores- se convirtió en el segundo líder de masas de la historia argentina. Es imposible, sea uno peronista o no (y yo no lo soy), no ver esa jornada como algo épico; un golpe palaciego le quita a Perón el poder y luego lo encarcela, los obreros reaccionan (¿espontáneamente? ¿importa?) y logran que sea liberado, para unos meses después consagrarlo presidente de la Nación en las urnas.
El peronismo después se fue corrompiendo. Los casi 10 años en el poder que siguieron, en los que se persiguió a la oposición con saña, el enfrentamiento entre su ala derecha y su ala izquierda en 1973-1976, y finalmente la conversión del movimiento en un aparato (el “pejotismo”, como lo definió Kirchner bastante acertadamente en el 2002) únicamente interesado en conservar el poder, al margen de cualquier ideología, que se dio a partir de 1983, no pueden ser olvidados. Pero si yo hubiese estado en ese día mágico, tal vez diría hoy que valió la pena.

martes, 16 de octubre de 2007

Las Danaides

El rey Belo de Quemis, hijo de Poseidón y tío de Cadmo, tuvo dos mellizos con su esposa Anquínoe, Egipto y Dánao. A Egipto se le concedió el reino de Arabia, pero pronto subyugó el territorio de Egipto, al que bautizó con su propio nombre. A Dánao se le entregó el reino de Libia. Egipto y Dánao tuvieron decenas de concubinas, que les dieron cincuenta hijos y cincuenta hijas, respectivamente.
Cuando Belo falleció, se produjo una disputa entre los hermanos por la herencia, y Egipto propuso resolverla casando a sus hijos entre sí. Dánao, sospechando que Egipto iba a traicionarlo, rechazó la oferta y escapó de Libia junto a sus cincuenta hijas, conocidas como las Danaides, en un barco construido con la ayuda de Atenea. En agradecimiento, durante una escala en Rodas Dánao levantó un templo a la diosa; tres de sus hijas, Lindo, Yáliso y Camiro, murieron en la isla, y tres ciudades fueron bautizadas con sus nombres en su honor.
Posteriormente, Dánao y sus hijas llegaron a Argos, donde él proclamó que Atenea lo había elegido rey del país. Es de suponer que en aquellos tiempos el monarca de una nación o de una ciudad debía ser más parecido a un funcionario electo que a Luis XIV, pues los argivos discutieron seriamente la posibilidad de reemplazar a su rey, Gelanor, por Dánao. Posiblemente, de todos modos, Gelanor hubiese conservado su puesto de no ser porque un lobo descendió del monte, atacó a un rebaño de vacas que pastaba muy cerca de Argos y mató al toro más grande. Los argivos interpretaron esto como un augurio de que si le negaban el trono, Dánao lo tomaría por la fuerza y convencieron a Gelanor de abdicar. Dánao, por su parte, consideró que el lobo había sido una manifestación de Apolo y le construyó un templo. Las Danaides transplantaron los Misterios de Demeter de Egipto a Grecia, y se cuenta que fueron celebrados regularmente hasta la invasión de los dorios, tras lo cual estos quedaron limitados a Arcadia.
Dánao también puso fin a una prolongada sequía que afectaba a Argos por voluntad de Poseidón, enviando a las Danaides en busca de agua, con la orden de apaciguar al dios. Una de ellas, Amimone, estuvo a punto de ser violada por un sátiro, pero el propio Poseidón, que se había enamorado de ella, apareció para salvarla. Después de hacer el amor, Amimone le pidió que terminase con la sequía en Argos y Poseidón, que había dejado clavado su tridente a una roca, le dijo que lo arrancase. Amimone lo hizo y de los tres agujeros brotaron tres corrientes de agua que formaron un manantial, llamado posteriormente el Amimone, la fuente del río Lerma, que no se seca en todo el año. Años después Equidna parió a la Hidra en aquel manantial. El hijo de Amimone y Poseidón, Nauplio, fue el primer marino en navegar guiándose por las estrellas y fundó la ciudad de Nauplia.
Finalmente, los hijos de Egipto llegaron a Argos y solicitaron a Dánao permiso para casarse con sus hijas. Dánao se rehusó nuevamente, pero los jóvenes guerreros sitiaron la ciudad. Como esta carecía de fuentes de agua, Dánao debió rendirse y aceptar las bodas (es de suponer que, o tres príncipes habían muerto en el viaje desde Egipto, o que tres de ellos debieron quedarse con las manos vacías, pues hay que recordar que tres Danaides habían muerto en Rodas). No obstante, el rey les dio a sus hijas unos alfileres largos y afilados, con la orden de utilizarlos para asesinar a sus esposos en la noche de bodas. Todas cumplieron a excepción de Hipermestra (o según otras versiones, Amimone), cuyo primo-esposo Linceo respetó su virginidad. Dánao la hizo procesar por un tribunal argivo por su desobediencia, pero fue absuelta.
Los cuerpos de los hijos de Egipto fueron enterrados con honores en Argos, y las Danaides fueron purificadas por Hermes y Atenea, pero eso no impidió que cuando muriesen, acabasen condenadas a transportar agua en baldes agujereados, o bien a verterla en una gran vasija que jamás podían llenar.[1]
Linceo e Hipermestra volvieron a unirse, y Dánao decidió que sería más seguro casar a las 46 hijas viudas que le habían quedado. Al principio muy pocos pretendientes se presentaron, pues temían que las mujeres repitiesen su crimen en la noche de bodas, pero al ver que esto no ocurría, más hombres las solicitaron. Los descendientes de esas uniones se llamaron a sí mismos “dánaos”, y fueron tantos que al cabo de unas cuantas generaciones, para la época de la guerra de Troya, las palabras “dánao” y “argivo” eran prácticamente sinónimos. Eso no impidió que años más tarde Linceo asesinase a Dánao y se convirtiese en el nuevo rey de Argos, vengando así la muerte de sus hermanos.

[1] Es muy curiosa la asociación continua de las Danaides con el agua. También se cuenta que fueron ellas las que más tarde inventaron en Argos la técnica de cavar pozos para sacar agua, permitiendo que la ciudad estuviese provista de ese elemento clave en caso de un nuevo asedio. Haciendo mi propia y tímida interpretación del mito, ¿no sería posible que las Danaides fuesen en realidad sacerdotisas de Poseidón y/o de algún dios fluvial de Argos?

lunes, 15 de octubre de 2007

Gracias Sudáfrica

Sí, soy un auténtico sorete, pero me alegra que los Pumas hayan perdido frente a los Springboks sudafricanos. Ya me estaba hartando esa “Pumamanía” que se adueñó del país durante las últimas semanas -llegando a extremos como este- y no me bancaba a todos esos rugbiers de la primera hora posterior a la victoria sobre Francia. Ahora se van a tener que meter ya saben donde todas las pelotas y camisetas que les vendieron.

sábado, 13 de octubre de 2007

Sunshine (2007)

Sunshine es una película dirigida por el multifacético Danny Boyle, que dirigió films tan diferentes entre sí como Trainspotting, La playa, 28 days later y Millones. En esta ocasión, Boyle incursiona en el terreno de la ciencia ficción, que ya había explorado en 28 days later (de paso, él también hubiese dirigido 28 weeks later de no ser porque estaba ocupado con Sunshine, motivo por el cual le cedió la posta a Juan Carlos Fresnadillo).
La trama de Sunshine transcurre en el año 2057 y gira en torno a una misión espacial cuyo objetivo es reactivar el Sol lanzándole una bomba termonuclear. La primera misión, conocida como Icarus I, fracasó por motivos desconocidos, y los tripulantes del Icarus II deben reanudarla. Por supuesto, se producen varias complicaciones fruto de errores humanos y de mala suerte.
Una constante en la película es la del sacrificio. Los miembros de la misión deben estar dispuestos a entregar sus vidas por el éxito, y también -y esa es la raíz de muchos conflictos- las de los demás. El protagonista, Robert Capa (Cillian Murphy) es el físico del Icarus II, el hombre cuya tarea es lanzar la bomba que reactivará el Sol, y por lo tanto el más valioso de la nave, lo cual contribuye a aislarlo del resto.
Existen también muchísimas metáforas y referencias religiosas, sobre todo en las escenas relacionadas con el Icarus I y el destino final de su tripulación. Las escenas del film, incluso las más trágicas, están muy cuidadas desde el punto de vista estético.
Calificación: 7,50

viernes, 12 de octubre de 2007

Von Wernich y Darío Gallo

Como resultado de la condena a Christian Von Wernich el periodista Darío Gallo publicó en su blog un post en el que se alegraba del castigo al ex capellán, pero al mismo tiempo criticaba al gobierno kirchnerista.

Ahora que el cura endiablado Von Wernich dormirá en prisión bien condenado, ¿qué tal si la juventud que debería ser revolucionaria pide por una distribución más equitativa de la riqueza?
Algún referente del progresismo argentino debería explicar que seguir hablando del genocidio durante la dictadura es casi irreverente, cuando ahora -no hace 30 años- el gobierno nacional y popular no evita que
mueran de hambre los pobres de toda pobreza.
Es difícil no coincidir con el uruguayo Pepe Mujica, fundador de Tupamaros y hoy funcionario del gobierno de Tabaré, cuando le preguntaron por los militares que comenzaban a contar detalles de la dictadura que él sufrió en cuerpo propio con once años de prisión y de torturas.
Dijo Mujica:

“De a poco nos vamos a ir enterando de nuestras propias verdades. Pero hay que caminar tratando de superar, porque hay Derechos Humanos de hoy para atender.
“El que más me preocupa es la anemia infantil, que está creciendo, es explosiva.
Lo de ayer es enterarnos de nuestra verdad pero no supone cambios de algo que quedó atrás. La anemia infantil, en cambio, es enfrentar hoy para prevenir problemas mañana.
“Yo estoy para dejar el cuero en la estaca por solucionar esos problemas que están por delante. Porque aprendí a cargar con la mochila de mis dolores y de mis tajos, y no quiero andar por el mundo para cobrárselos a otro.”

Mañana, cuando Kirchner y Cristina (quienes comenzaron su fortuna con ciertas prácticas usureras durante la dictadura) salgan a reinvidicar la condena a Von Wernich, tal vez ganen algunos votos. Pero seguirán perdiendo aquellos que necesitan comer ahora. Queda muy bien decirle “hijo de puta” a un hijo de puta. Pero es de hijo de puta decirlo sólo para distraer a la gilada.


OK, entiendo que Gallo está caliente porque el gobierno va a aprovechar políticamente la condena a Von Wernich, pero su post tiene cierto tufillo a “Hay que dejar de revolver la mierda del pasado, ocupémonos del presente y dejemos a esos mil tipos en paz”.
En los comentarios al post hubo varios que coincidieron con Gallo, pero también varios detractores. Rescato el aporte de Diego F.:

¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? Von Wernich es un asesino representante de la iglesia de la usurpación armada que todavía hoy siguen impunes, sin pagar por sus crímenes. Que Kirchner deje morir de hambre a medio país es otro tema. Hacé un post de eso, llamandolo “kirchner no respeta los derechos humanos más fundamentales”, pero no lo mezcles con algo tan justo y que costó tanto de lograr.
De hecho, todavía hoy están sueltos los hijos de puta que picaneaban a embarazadas, sus jefes y sus cómplices civiles, como el infame Martinez de Hoz que a pesar de haber sido responsable del hambre del que te estás quejando y mezclando con juicios legítimos, sigue suelto como si nada hubiera pasado.
Es una chicana y es muy triste ver como muchos se suben al tren de mezclar y desmerecer los juicios a los genocidas. Insisto: que hoy se estén mandando guachadas no significa de ninguna manera que esté mal o que sea una distracción o pérdida de tiempo juzgar y condenar a los responsables del genocidio. Deberías tomar nota de esto y modificar esa actitud, te lo digo con bronca pero con buena leche. Hay muchos lugares para pegarle a K, tiene muchos puntos débiles, no mezcles los tantos porque es desmerecer un logro como lo es poder condenar en juicio justo a estas mierdas.
Saludos

jueves, 11 de octubre de 2007

La Reina de los Condenados

Este largo texto es el final de la novela La Reina de los Condenados, la tercera parte de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice, iniciada con Entrevista con el vampiro y continuada por Lestat el vampiro. En este volumen de la saga se narra el despertar de su letargo milenario de Akasha, la primera vampira de la historia. Akasha extermina a todos los vampiros a excepción del narrador Lestat y de un grupo de vampiros muy viejos y poderosos que se recluyen en una lujosa cabaña en el bosque para decidir qué hacer ante la nueva situación. Akasha se enamora de Lestat e intenta convencerlo de convertirse en su consorte y de unirse a ella en un nuevo régimen mundial que desea instaurar, en la que la paz será garantizada mediante el exterminio del 99% de los varones. Lestat, intentando convencerla de abandonar sus planes, hace que ella se reúna con los vampiros ancianos con la esperanza de que ellos logren persuadirla.

Estaba sentada en la cabecera de la mesa, esperándolos; tan quieta, tan plácida, con el vestido magenta que en la luz del fuego proporcionaba a su piel un profundo fulgor carnal.
El contorno de su rostro quedaba dorado por el resplandor de las llamas, y el cristal oscuro de la pared la reflejaba vivamente, como un espejo perfecto, como si la imagen fuera lo real, flotando en el exterior, en la noche transparente.
Temiendo. Temiendo por ellos y por mí. Y, extrañamente, por ella misma. El presagio era como un escalofrío. Para ella. Para la que podía destruir todo lo que yo siempre amé.
En la puerta, me volví y besé de nuevo a Gabrielle. Sentí que su cuerpo se desplomaba en el mío un instante; luego su atención se centró en Akasha. Cuando tocó mi rostro sentí el leve temblor en sus manos. Miré a Louis, a mi aparentemente frágil Louis con su aparentemente invencible compostura; y a Armand, el chico con cara de ángel. En definitiva, aquellos a quienes uno ama no son otra cosa que... aquellos a quienes uno ama.
Marius, al hacer su entrada en la sala, se mostró tenso de ira; nada pudo disimularlo. Me lanzó una mirada encendida, a mí, el que había aniquilado aquellos pobres e indefensos mortales y los había dejado esparcidos por la montaña. El lo sabía, ¿no? Ni toda la nieve del mundo podría encubrirlo.
“Te necesito, Marius. Te necesitamos.”
Su mente estaba velada; todas las mentes estaban veladas. ¿Podrían ocultar sus secretos a Akasha?
Mientras ellos iban entrando en fila en la sala, yo me dirigí a la derecha de Akasha, como ella quería. Y porque yo sabía que era dónde debía estar. Hice una señal a Gabrielle y a Louis para que se sentaran enfrente, cerca, donde pudiera verlos. La expresión del rostro de Louis, tan resignada, tan apenada, me sacudió el corazón.
La pelirroja, la vieja llamada Maharet, se sentó en el extremo opuesto de la mesa, el más próximo a la puerta. Marius y Armand se hallaban a su derecha. Y a su izquierda estaba la joven pelirroja, Jesse. Maharet aparentaba una pasividad total, un sosiego completo, como si nada pudiera alarmarla. Pero era bastante fácil ver por qué. Akasha no podía herir a esa criatura; ni al otro muy viejo, a Khayman, quien ahora se sentó a mi derecha.
El que se llamaba Eric estaba aterrorizado. Sólo con grandes recelos se sentó en la mesa.
Mael también tenía miedo, pero eso lo enfurecía. Lanzaba miradas airadas a Akasha, como si no le importase nada demostrar abiertamente su animosidad.
Y Pandora, la bella de ojos pardos Pandora, aparentaba una total despreocupación cuando tomó asiento junto a Marius. Ni siquiera dirigió una mirada a Akasha. Contempló, a través de las paredes de cristal, el exterior, desplazando los ojos lentamente, encantadoramente, siguiendo con la vista los árboles del bosque, las capas y capas de bosque nebuloso, con sus oscuras tiras de corteza de secoya y de verde punzante.
Otro que no estaba ansioso era Daniel. A éste también lo había visto en el concierto. ¡Nunca me hubiera imaginado que Armand lo acompañase! Ni siquiera había captado la más leve señal de que Armand estaba allí. Y pensar que todo lo que nos pudimos haber dicho estaba ahora perdido para siempre. Pero entonces pareció que eso no podía ser, ¿no? Pareció que tendríamos nuestro momento juntos, Armand y yo, todos nosotros. Daniel lo sabía, hermoso Daniel, el reportero y su pequeño magnetófono que en una habitación en Divisadero Street con Louis había empezado aquello. Por eso miraba con tanta serenidad a Akasha; por eso lo exploraba todo sin perder un detalle.
Miré al de pelo negro, Santino, un ser más bien regio, que me estaba evaluando de un modo calculador. Tampoco tenía miedo. Pero estaba interesado hasta la desesperación por lo que ocurría allí. Cuando volvió la vista hacia Akasha quedó impresionado por su belleza; tocó alguna profunda herida en su interior. La vieja fe llameó por un momento, la fe que había significado más que la supervivencia para él, la fe que se había consumido amargamente.
No había tiempo para comprenderlos a todos, para calibrar los eslabones que los unían, para preguntar el significado de aquella extraña imagen: las dos mujeres pelirrojas y el cadáver de la madre, que de nuevo vi en una imagen fugaz al fijar mis ojos en Jesse.
Me preguntaba si podrían registrar mi mente y encontrar todos los pensamientos que me esforzaba en ocultar; los pensamientos que inconscientemente me ocultaba a mí mismo.
Ahora la expresión de Gabrielle era ilegible. Sus ojos se habían entornado y se habían vuelto grises, como cerrándose a la luz y al color; me miró a mí y luego otra vez a Akasha, como si intentara descifrar algo.
Una súbita sensación de terror subió por mi espinazo. Quizás el terror había estado agazapado allí todo el tiempo. Ellos, éstos, nunca se rendirían. Algo inveterado lo impediría; así había ocurrido conmigo. Y una resolución fatal tendría lugar antes de que saliéramos de aquella sala.
Quedé paralizado un momento. Extendí el brazo y tomé la mano de Akasha. Sentí que sus dedos se cerraban delicadamente en los míos.
-Tranquilo, mi príncipe -dijo, muy discreta y muy amable-. Lo que percibes en esta sala es la muerte, pero es la muerte de las creencias y de los prejuicios. Nada más -Dirigió la mirada a Maharet-. La muerte de los sueños, tal vez -dijo-, de los sueños que deberían haber muerto hace ya mucho tiempo.
Maharet aparentaba estar sin vida, pasiva, tan pasiva como pueda aparentar un ser vivo. Sus ojos violeta estaban fatigados, inyectados de sangre. De pronto me di cuenta de por qué. Eran unos ojos humanos. Estaban muriendo en su cabeza. Con la sangre les insuflaba vida una y otra vez, pero no duraba. Demasiados de los diminutos nervios de sus cuerpos estaban muertos.
Vislumbré de nuevo la visión del sueño. Las gemelas, el cadáver ante ellas. ¿Cuál era la relación?
-No es nada -susurró Akasha-. Algo olvidado hace ya mucho tiempo; porque ahora las respuestas no están en la historia. Hemos trascendido la historia. La historia está cimentada en errores; vamos a empezar con la verdad.
Marius replicó de inmediato:
-¿No hay nada que pueda convencerte de que te detengas? -Su tono fue infinitamente más sumiso de lo que yo había esperado. Estaba sentado, inclinado hacia delante, con las manos cruzadas, en la actitud de uno que se esfuerza por ser razonable- ¿Qué podemos decir? Queremos que ceses tus apariciones. Queremos que no intervengas.
Los dedos de Akasha apretaron los míos. La mujer pelirroja me miraba ahora fijamente con sus ojos violeta inyectados de sangre.
-Akasha, te lo pido -dijo Marius-. Pon fin a esta rebelión. No te vuelvas a aparecer a los mortales; no des ninguna orden más.
Akasha rió suavemente.
-¿Y por qué no, Marius? ¿Porque trastorna tu precioso mundo, el mundo que has estado observando durante dos mil años, observándolo del modo en que vosotros los romanos observabais la vida y la muerte en la arena, como si tales cosas fueran un espectáculo o una obra de teatro, como si no tuviera la menor consecuencia, como si los hechos palpables del sufrimiento y de la muerte no importaran mientras uno estuviese entretenido?
-Me doy perfecta cuenta de lo que intentas hacer -repuso Marius-. Akasha, no tienes derecho.
-Marius, tu alumno aquí presente me ha ofrecido esos viejos argumentos -respondió ella. Su tono era ahora más calmado, de manifiesta paciencia, como el de él-. Pero, con más trascendencia, yo me los he ofrecido mil veces a mí misma. ¿Cuánto tiempo crees que hace que escucho las plegarias del mundo y que medito acerca de un modo de terminar con el infinito ciclo de violencia humana? Ya es hora de que escuchéis lo que tengo que decir.
-¿Vamos a jugar algún papel en esto? -preguntó Santino- ¿O seremos destruidos como los demás? -Sus modales fueron más impulsivos que arrogantes.
Por primera vez, la mujer pelirroja manifestó un tenuísimo parpadeo de emoción; sus ojos cansados se clavaron en él de inmediato y sus labios se tensaron.
-Seréis mis ángeles -respondió Akasha dirigiéndole la mirada con ternura-. Seréis mis dioses. Si no decidís seguirme, os destruiré. En cuanto a los viejos, a los cuales no puedo despachar tan fácilmente -y volvió a mirar a Khayman y a Maharet-, si se vuelven contra mí, serán como los demonios opuestos a mí, y toda la humanidad los perseguirá hasta darles caza; y su oposición me será utilísima para mis planes. Pero, lo que teníais hasta ahora (un mundo por el que errar a escondidas), no lo volveréis a tener nunca.
Pareció que Eric estaba perdiendo su batalla silenciosa contra el miedo. Hizo un movimiento como si fuera a levantarse y a salir de la sala.
-Paciencia -dijo Maharet, lanzándole una mirada. Y volvió la vista de nuevo hacia Akasha.
Akasha sonrió.
-¿Cómo es posible -preguntó Maharet en voz muy baja- romper un ciclo de violencia con más violencia, con violencia desenfrenada? Estás destruyendo a los varones de la especie humana. ¿Cuál puede ser el resultado de un acto de tal brutalidad?
-Sabes tan bien como yo el resultado -dijo Akasha-. Es demasiado simple y demasiado evidente para no ser comprendido. Había sido inimaginable hasta ahora. Todos esos siglos permanecí sentada en mi trono, en la cripta de Marius; soñé que la tierra era un jardín, un mundo en que los seres vivían sin el tormento que continuamente oía, percibía. Soñé en pueblos consiguiendo la paz sin tiranía. Y entonces, la absoluta simplicidad del plan me sorprendió; fue como la llegada de la aurora. Quienes pueden llevar a cabo un sueño así son las mujeres; pero sólo si se retira a todos los hombres, o a casi todos los hombres.
“En épocas anteriores, una revolución semejante no habría funcionado. Pero ahora es fácil; hay una vasta tecnología en que apoyarse. Después de la purga inicial, el sexo de los bebés podrá ser seleccionado; los fetos no deseados podrán abortarse piadosamente, como ya hoy en día se abortan muchos de ambos sexos. Pero en realidad no hay necesidad de discutir esos detalles. No sois tontos, ninguno de vosotros, por más que algunos seáis muy emotivos o impetuosos.
“Vosotros sabéis tan bien como yo que la paz universal quedará garantizada si la población masculina queda limitada a uno por cada cien mujeres. O sea que todas las formas de violencia gratuita desaparecerán.
“El reino de la paz será algo como el mundo no ha conocido nunca. Posteriormente, la población masculina podrá ser incrementada de forma gradual. Pero para que la estructura ideológica se transforme, los varones deben desaparecer. ¿Quién puede discutirlo? Quizá ni siquiera sea necesario mantener a uno de cada cien. Pero se hará como un gesto de generosidad. Por eso lo voy a permitir. Al menos para empezar.
Me percaté de que Gabrielle estaba a punto de hablar. Intenté hacerle un gesto para que callase, pero no me prestó atención.
-De acuerdo, los efectos son obvios -dijo-. Pero si hablas en términos de exterminio en masa, la palabra paz es una ridiculez. Liquidas a una mitad de la población mundial. Si los hombres y mujeres nacieran sin brazos y sin piernas, también podría llegarse a un mundo igual de pacífico.
-Los hombres merecen lo que les va a pasar. Como especie, recogerán lo que han sembrado. Y recuerda, estoy hablando de una purificación temporal, un retiro, por decirlo de algún modo. Es la simplicidad del plan lo que lo hace bello. Colectivamente las vidas de esos hombres no igualan las vidas de las mujeres que los hombres han matado en el transcurso de los siglos. Tú lo sabes y yo lo sé. Ahora, dime, ¿cuántos hombres en el transcurso de los siglos han caído muertos por manos femeninas? Si volvieses a la vida a todos los hombres muertos por mujeres, ¿crees que su número llegaría a llenar esta casa?
“Pero bien, esos detalles no tienen importancia. Repito, sabemos que lo que digo es verdad. Lo que importa, lo que es relevante, e incluso más exquisito que la misma proposición, es que ahora tenemos los métodos para hacer que suceda. Soy indestructible. Vosotros tenéis poderes para ser mis ángeles. Y no hay nadie que se nos pueda oponer y pueda vencernos.
-Eso no es cierto -dijo Maharet.
Un pequeño destello de cólera enrojeció las mejillas de Akasha; un glorioso rubor rojo que se desvaneció de inmediato dejándola con la misma apariencia inhumana de antes.
-¿Tratas de decir que tú puedes detenerme? -interrogó con cierta rigidez en los labios- Eres muy imprudente al sugerirlo. ¿Sufrirías la muerte de Eric, Mael y Jessica, por poner un ejemplo?
Maharet no respondió. Mael estaba excitado, pero no de miedo sino de ira. Mael miró a Jesse, después a Maharet y por fin a mí. En mi piel pude sentir su odio.
Akasha continuó con la vista fija en Maharet.
-Oh, te conozco, créeme -prosiguió Akasha, suavizando levemente la voz-. Sé que has sobrevivido al paso de los años sin cambiar. Te he visto miles de veces a través de los ojos de otros; sé que sueñas que tu hermana vive. Y tal vez sea cierto, de algún modo penoso. Sé que tu odio hacia mí sólo se ha agudizado; y buscas en tu mente, retrocedes en el recuerdo, hacia el mismo principio, como si allí pudieras encontrar sentido a lo que está ocurriendo ahora. Pero, como tú misma me dijiste hace mucho tiempo en el palacio de ladrillos de barro a orillas del río Nilo, no hay sentido, no hay razón. ¡No hay nada! Hay seres visibles e invisibles; y cosas horribles que pueden acaecer al más inocente de todos. ¿No te das cuenta?, esto es tan crucial para lo que voy a hacer ahora como todo lo demás.
De nuevo Maharet permaneció sin responder. Estaba sentada tiesa; sólo sus ojos oscuramente hermosos mostraban un tenue destello de lo que podía haber sido dolor.
-Yo crearé el sentido y la razón -dijo Akasha en un trance de odio-. Yo crearé el futuro; yo definiré la bondad; yo definiré la paz. Y no invocaré a dioses o diosas míticos o a espíritus para justificar mis acciones, no invocaré moralidades abstractas. ¡Tampoco invocaré la historia! ¡No buscaré el cerebro y el corazón de mi madre entre el polvo!
Un escalofrío recorrió a los demás. Una leve sonrisa amarga se esbozó en los labios de Santino. Y como protectoramente, Louis dirigió su mirada hacia la muda figura de Maharet.
Marius estaba angustiado de que aquello prosiguiese.
-Akasha -dijo como en una súplica-, aunque pudiera realizarse, aun suponiendo que la población mortal no se rebelase contra ti y que los hombres no encontrasen algún medio de destruirte antes de que pudieras llevar a término este plan…
-Marius, o eres un estúpido o crees que lo soy yo. ¿No crees que sé de lo que es capaz el mundo? ¿Que no sé qué absurda mezcla de salvajismo y de astucia tecnológica conforma la mente del hombre actual?
-Mi Reina, ¡no creo que lo sepas! -replicó Marius- De verdad, no lo creo. No creo que tu mente pueda abarcar la concepción total de lo que es el mundo. Nadie de nosotros puede; es demasiado variado, demasiado inmenso; tratamos de ponerlo a nuestro alcance con la razón; pero no lo logramos. Uno conoce un mundo, pero no es el mundo; es el mundo que ha seleccionado de una docena de otros mundos por razones personales.
Akasha sacudió la cabeza: otro destello de rabia.
-No pongas a prueba mi paciencia, Marius -dijo-. Te perdoné la vida por una razón muy simple. Porque Lestat te quería vivo. Y porque eres fuerte y puedes ser de gran ayuda para mí. Pero eso es todo, Marius. Anda con cuidado.
Un silencio se hizo entre ellos. Con toda seguridad, Marius había advertido que ella mentía. Yo lo advertí. Akasha lo amaba y este amor la humillaba; por eso intentó herirlo. Y lo consiguió. En silencio, Marius se tragó su rabia.
-Aunque pudiera llegarse a realizar -insistió con amabilidad-, ¿puedes decir honestamente que los seres humanos lo han hecho tan mal que merezcan un castigo semejante?
Una sensación de alivio inundó mi cuerpo. Sabía que tendría valor, sabía que encontraría algún medio para ponerla en apuros, por mucho que lo amenazase; él diría todo lo que yo había luchado por decir.
-Ah, me aburres, Marius -respondió ella.
-Akasha, durante dos mil años he estado observando -prosiguió él-. Llámame el romano en la arena si lo deseas y cuéntame las historias de las épocas anteriores. Las historias de cuando me arrodillaba a tus pies y te suplicaba que me dieses tus conocimientos. Pero lo que he presenciado en este corto lapso de tiempo me ha llenado de devoción y de amor por todas las cosas mortales; he visto revoluciones en pensamiento y en filosofía que creía imposibles. ¿No se dirige la raza humana hacia la verdadera época de paz que tú describes?
El rostro de ella era la viva imagen del desprecio.
-Marius -contestó Akasha-, este siglo pasará a la historia como el siglo más sangriento de la humanidad. ¿De qué revoluciones hablas, cuando una sola y pequeña nación europea ha exterminado a millones de personas por el capricho de un loco, cuando las bombas han reducido al olvido a ciudades enteras? ¿Cuando los niños de los desérticos países de Oriente luchan contra otros niños en nombre de un dios antiguo y despótico? Marius, mujeres del mundo entero lavan los frutos de su vientre en las cloacas públicas. Los gritos de los famélicos son ensordecedores, pero los ricos que viven retozando en ciudadelas tecnológicas hacen oídos sordos a ellos; las enfermedades aumentan a marchas forzadas entre los hambrientos de continentes enteros, mientras enfermos en hospitales palaciegos gastan la riqueza del mundo en cosmética y promesas de la vida eterna por medio de píldoras y frascos medicinales -Rió con suavidad-. ¿Sonaron nunca tan clamorosamente, en los oídos de aquellos de nosotros que los pueden oír, los gritos de los moribundos? ¿Se ha derramado nunca tanta sangre?
Pude sentir la frustración de Marius. Pude sentir la pasión que le hacía cerrar el puño con fuerza y revolver su alma en busca de argumentos adecuados.
-Hay algo que no puedes ver -dijo finalmente-. Hay algo que no llegas a comprender.
-No, querido mío. No hay nada defectuoso en mi visión. Nunca lo hubo. Eres tú quien no llega a ver claro. Quien nunca ha visto claro.
-¡Mira afuera, al bosque! -exclamó Marius, señalando las paredes de cristal a nuestro alrededor- Elige un árbol; descríbelo a voluntad en términos de lo que destruye, de lo que desafía y de lo que no llega a realizar y tendrás un monstruo de raíces codiciosas e irresistible empuje, que se come la luz de las otras plantas, sus alimentos, su aire. Pero esta no es la verdad del árbol. No es la verdad entera cuando se lo observa como formando parte de la naturaleza, y por naturaleza no me refiero a nada sagrado, me refiero sólo al tapiz completo, Akasha, me refiero sólo a la entidad mayor que lo abarca todo.
-Así pues, vas en busca de causas para el optimismo -repuso ella-, como siempre. Vamos, hombre. Examina ante mí las ciudades occidentales, donde incluso los pobres reciben fuentes de carne y vegetales a diario y dime que el hambre ya no existe. Pues bien, tu alumno aquí presente ya me ha torturado lo suficiente con tal sarta de tonterías, las estúpidas tonterías en que se ha basado siempre la complacencia de los ricos. El mundo se hunde en la depravación y el caos; como siempre, o peor.
-Oh, no, no -dijo inflexible-. Hombres y mujeres son animales en proceso de aprendizaje. Si no te das cuenta de lo que han aprendido, es que estás ciega. Son seres siempre cambiantes, que siempre mejoran, que siempre engrandecen su visión y las capacidades de sus corazones. No dices toda la verdad cuando hablas del siglo más sangriento; no ves la luz que brilla con más intensidad, por contraste con la oscuridad; ¡no ves la evolución del alma humana!
Marius se levantó de su sitio en la mesa y, por la izquierda, dio la vuelta hacia donde se encontraba ella. Se sentó en la silla que quedaba libre entre ella y Gabrielle. Extendió la mano y levantó la de Akasha.
Me dio miedo mirarlo. Temí que ella no le permitiría tocarla; pero pareció que aquel gesto le agradaba; sólo sonrió.
-Es cierto lo que dices acerca de la guerra -prosiguió en tono de súplica, y luchando por mantener su dignidad al mismo tiempo-. Sí, y los gritos de los moribundos, yo también los he oído; todos los hemos oído, en todas las décadas; incluso ahora, las noticias diarias de conflicto armado azotan al mundo. Pero el clamor de protesta contra estos horrores es la luz de la que estoy hablando; hablo de actitudes que nunca fueron posibles en el pasado. Es la intolerancia de los hombres y mujeres pensantes en el poder que, por primera vez en la historia de la raza humana, quieren verdaderamente poner fin a la injusticia en todas sus formas.
-Hablas de actitudes intelectuales de unos pocos.
-No -repuso-. Hablo de la filosofía del cambio; hablo del idealismo del cual nacerán auténticas realidades. Akasha, por muchos defectos que tengan, han de tener tiempo para perfeccionar sus propios sueños, ¿no te das cuenta?
-¡Sí! -Fue Louis quien intervino.
Mi corazón se hundió. ¡Tan vulnerable! ¿Dirigiría ella su odio hacia él? Pero con sus maneras pausadas y refinadas, prosiguió:
-Es su mundo, no el nuestro -dijo con humildad-. Seguramente lo perdimos cuando perdimos nuestra mortalidad. No tenemos derecho a interrumpir su lucha. ¡No podemos robarles las victorias que les han costado tanto! En los últimos siglos, sus progresos han sido milagrosos; han rectificado errores que la humanidad creía inevitables; por primera vez han desarrollado el concepto de la verdadera familia humana.
-Me conmueves con tu sinceridad -respondió ella-. Has salvado la vida sólo porque Lestat te quería. Ahora me doy cuenta de la razón de este amor. ¡Cuánto valor has necesitado para hablarme con sinceridad! Y sin embargo eres el mayor depredador de todos los inmortales aquí reunidos. Matas sin consideración a la edad, el sexo o la voluntad de vivir.
-¡Entonces mátame! -explotó él- Desearía que ya lo hubieses hecho. ¡Pero no mates a los seres humanos! No interfieras en su vida. ¡Aunque se maten entre ellos! Dales tiempo para que lleguen a ver este nuevo futuro realizado, a las ciudades occidentales, aunque sean muy corruptas, tiempo de llevar sus ideales a un mundo destrozado, a un mundo que sufre.
-Tiempo -dijo Maharet-. Quizá sea esto lo que pedimos. Tiempo. Y es lo que está en tus manos darnos.
Hubo una pausa.
Akasha no quería volver a mirar a aquella mujer; no quería escucharla. Sentí que se replegaba. Retiró la mano que le tomaba Marius; clavó los ojos en Louis durante un largo momento y luego se volvió hacia Maharet como si no pudiera evitarlo, y su rostro se puso rígido y casi cruel.
Pero Maharet prosiguió:
-Durante siglos has meditado en silencio acerca de tus soluciones. ¿Qué son cien años más? Seguro que no discutirás que el último siglo de esta Tierra estaba más allá de toda predicción o imaginación, y que los avances tecnológicos de este siglo pueden concebiblemente proporcionar comida, refugio y salud a todos los pueblos de la Tierra.
-¿Seguro que es así? -fue la contestación de Akasha. Un profundo odio se agitó en su interior, un odio que encendió su sonrisa al hablar- He aquí lo que los avances tecnológicos han dado al mundo. Le han dado gas venenoso, enfermedades producidas en laboratorios y bombas que pueden destruir el planeta entero. Han dado al mundo desastres nucleares que han contaminado comida y bebida de continentes enteros. Y los ejércitos hacen lo que han hecho siempre, con moderna eficacia. La aristocracia de un pueblo masacrada en una hora en un bosque nevado; los intelectuales de una nación, incluidos los que llevan gafas, fusilados por sistema. En el Sudán las mujeres continúan mutilándose habitualmente para complacer a sus maridos; en Irán, los niños caen bajo los disparos de los fusiles.
-No puede ser que lo único que hayas visto sea esto -dijo Marius-. No lo creo. Akasha, mírame. Sé comprensiva conmigo, y escucha lo que trato de decirte.
-¡No tiene ninguna importancia que lo creas o no! -dijo con el mismo odio del principio- No has aceptado lo que yo estoy tratando de decirte. No te has rendido ante la exquisita imagen que he presentado a tu mente. ¿No comprendes el don que te ofrezco? ¡Tu salvación! ¿Y qué eres si no te lo doy? ¡Un bebedor de sangre, un asesino!
Nunca la oí hablar con tal ardor. Como Marius iba a responderle, ella le hizo un gesto imperioso para que se callase. Y miró a Santino y a Armand.
-Tú, Santino -dijo-. Tú que has gobernado a los Hijos de las Tinieblas romanos, cuando creían que hacían la voluntad de Dios como secuaces del Diablo… ¿recuerdas lo que es tener un objetivo? Y tú, Armand, el amo de la vieja asamblea de París, ¿recuerdas cuando eras un santo de las tinieblas? Entre el Cielo y el Infierno, teníais vuestro lugar. Os lo ofrezco de nuevo; y no es un engaño. ¿No podéis hacer un esfuerzo por recuperar vuestros ideales perdidos?
Ninguno de los dos respondió. Santino estaba paralizado de horror; su herida interior estaba sangrando. El rostro de Armand no revelaba sino desesperación.
Una oscura expresión de fatalidad envolvió a Akasha. Aquello era fútil. Nadie se uniría a ella. Miró a Marius.
-¡Tu preciosa humanidad! -exclamó- ¡No ha aprendido nada en seis mil años! ¡Me hablas de ideales y de metas! Había hombres en la corte de mi padre, en Uruk, que ya sabían que los hambrientos debían ser alimentados. ¿Sabes lo que es tu mundo moderno? ¡Los televisores son los tabernáculos de lo milagroso y los helicópteros sus ángeles de la muerte!
-De acuerdo, pues, ¿cómo será tu mundo? -preguntó Marius con las manos temblorosas- ¿No crees que las mujeres lucharán por sus hombres?
Ella rió. Se volvió hacia mí.
-¿Lucharon en Sri Lanka, Lestat? ¿Lucharon en Haití? ¿Lucharon en Lynkonos?
Marius me miró fijamente. Esperaba mi respuesta, esperaba que me pusiera de su lado. Yo quería argumentar; tomar los cabos sueltos que me había dado y proseguir la discusión. Pero mi pensamiento estaba en blanco.
-Akasha -dije-. No sigas con ese baño de sangre. Por favor. No mientas a los humanos ni los confundas más.
Hela aquí, brutal, sin adornos, pero era la única verdad que le podía ofrecer.
-Sí, porque eso es la esencia de tu propósito -agregó Marius, con tono mas cauteloso otra vez, temeroso y casi suplicante-. Es una mentira, Akasha, ¡es otra supersticiosa mentira! ¿No tenemos ya suficientes mentiras? ¿Sobre todo ahora, cuando, de entre todos los tiempos, el mundo despierta de sus inveterados engaños; cuando se ha sacudido de encima a los viejos dioses?
-¿Una mentira? -inquirió ella. Se retrajo, como si la hubieran herido- ¿Cuál es la mentira? ¿Mentí cuando les dije que traería un reino de paz en la Tierra? ¿Mentí cuando les dije que yo era lo que estaban esperando? No, no mentí. Lo único que puedo hacer es ofrecerles una primera migaja de la verdad que nunca han tenido. Soy lo que creen que soy. Soy eterna y omnipotente y las protegeré…
-¿Las protegerás? -repitió Marius- ¿Cómo puedes protegerlas de sus enemigos más letales?
-¿Qué enemigos?
-Enfermedades, mi Reina. La muerte. Tú no curas. No puedes dar vida ni salvarla. Y ellas esperan esos milagros. Lo único que tú puedes hacer es matar.
Silencio. Quietud. Su rostro quedó de súbito tan petrificado como cuando había estado en la cripta, con los ojos mirando estáticos al vacío, con la mente en blanco o en profundos pensamientos, imposible de distinguir.
Ningún sonido excepto la leña crepitando y derrumbándose en el fuego.
-Akasha -susurré-. Tiempo, lo que pedía Maharet. Un siglo. ¡Cuesta tan poco darlo!
Aturdida, se volvió hacia mí. Pude sentir el aliento mortal en mi rostro, pude sentir la muerte tan cerca como años y años atrás, cuando los lobos me acorralaron en el bosque helado y no podía alcanzar las ramas de los árboles desnudos.
-Todos sois mis enemigos, ¿no es así? -siseó ella- Incluso tú, príncipe mío, tú eres mi enemigo. Mi amante y mi enemigo al mismo tiempo.
-¡Te quiero! -exclamé- Pero no te puedo mentir. ¡No puedo creer en ello! ¡Es un error! La misma simplicidad y evidencia hacen que sea un error.
Sus ojos recorrieron con rapidez los rostros de los reunidos. Eric estaba al borde del pánico otra vez. Y de Mael pude sentir el odio que se encrespaba en su interior.
-¿No hay nadie de vosotros que se quiera poner de mi lado? -preguntó en un murmullo- ¿Nadie que quiera alcanzar ese sueño deslumbrante? ¿Nadie dispuesto a renunciar a su pequeño mundo egocéntrico? -Fijó la vista en Pandora- Ah, tú, pobre soñadora, apenada por tu humanidad pedida. ¿No quieres redimirte?
Pandora miró como a través de un cristal brumoso.
-No es de mi gusto traer la muerte -respondió en un susurro aun más suave- Para mí es suficiente verla en la caída de las hojas. No puedo creer que de una carnicería puedan salir cosas buenas. Porque eso es lo esencial, mi Reina. Esos horrores persisten, pero los hombres buenos y las mujeres buenas de todas partes los deploran; deberías reformar tales métodos; deberías exonerarlos y llevar a cabo un diálogo -Sonrió tristemente-. Yo no soy útil para ti. No tengo nada que ofrecer.
Akasha no respondió. Sus ojos recorrieron de nuevo los rostros de los demás; los detuvo, calibrando, en Mael, en Eric. En Jesse.
-Akasha -intervine yo-, la historia es una retahíla de injusticias, nadie lo niega. Pero ¿cuándo una solución simple no ha sido sino perjudicial? Sólo en la complejidad podemos encontrar las respuestas. A través de la complejidad el hombre lucha hacia la claridad; es un proceso lento y lleno de obstáculos, pero es el único camino. La simplicidad exige demasiados sacrificios. Siempre los ha exigido.
-Sí -dijo Marius-. Exactamente. Simplicidad y brutalidad son sinónimos en filosofía y en acciones. ¡Lo que propones es brutal!
-¿No hay nada de humildad en ti? -inquirió ella de súbito. Se volvió de mí hacia él- ¿No hay voluntad de comprender? ¡Sois tan orgullosos, todos vosotros, tan arrogantes! ¡Queréis que vuestro mundo permanezca acorde con vuestra codicia de sangre!
-No -dijo Marius.
-¿Qué he hecho para que os pongáis todos en contra mía? -preguntó. Me miró a mí, luego a Marius y finalmente a Maharet- De Lestat esperaba arrogancia -prosiguió-. Esperaba tópicos, retórica, ideas sin fundamento. Pero de la mayoría de vosotros esperaba más. ¡Oh, cómo me habéis decepcionado! ¿Cómo podéis dar la espalda al destino que os aguarda? ¡Vosotros, que podíais ser los salvadores! ¿Cómo podéis negar lo que habéis visto?
-Pero ellos querrán saber lo que realmente somos -intervino Santino-. Y una vez lo sepan se alzarán contra nosotros. Querrán la sangre inmortal, que es lo que quieren siempre.
-Incluso las mujeres quieren vivir para siempre -corroboró Maharet fríamente-. Incluso las mujeres matarían por esto.
-Akasha, esto es una locura -dijo Marius-. Es irrealizable. No oponer resistencia sería impensable en el mundo occidental.
-Es una visión salvaje y primitiva -dijo Maharet con fría burla.
El rostro de Akasha se ensombreció de nuevo por el odio. Pero, aun en su furia, la hermosura de su expresión se mantuvo inamovible.
-¡Siempre te has opuesto a mí! -dijo a Maharet- Te destruiría si pudiese. Heriría a los que amas.
Hubo un silencio de aturdimiento. Pude oler el miedo en los demás, aunque nadie se atrevió a moverse o hablar.
Maharet asintió. Sonrió con la seguridad que da el saber.
-Eres tú la arrogante -respondió-. Eres tú la que no ha aprendido nada. Eres tú la que no ha cambiado en seis mil años. Es tu alma la que continúa imperfecta, mientras los mortales se mueven en reinos que nunca podrás comprender. En tu aislamiento soñaste sueños como miles de humanos han soñado, protegida de toda observación o contraste; ¿y emerges de tu silencio dispuesta a hacer reales para el mundo esos sueños? Expones los sueños en esta mesa, a un puñado de compañeros de especie, y se derrumban. No puedes defenderlos. ¿Cómo podría alguien defenderlos? ¡Y nos dices que negamos lo que es evidente!
Maharet se levantó despacio de la silla. Se inclinó un poco hacia delante, apoyando su peso en los dedos que tocaban la madera.
-Bien, te diré lo que es evidente -prosiguió-. Hace seis mil años, cuando los hombres creían en los espíritus, tuvo lugar un accidente hórrido e irreversible; a su manera, fue tan horroroso como los monstruos que a veces nacen de los mortales, monstruos que la naturaleza no soporta que vivan. Pero tú, aferrada a la vida, aferrada a tu voluntad, aferrada a tus prerrogativas reales, rechazaste llevarte este error a la tumba prematura. Santificarlo, éste fue tu propósito. Dar nacimiento a una gran y gloriosa religión; y aún es tu propósito. Pero en definitiva es un accidente, una malformación, nada más.
“Contempla ahora las épocas que se han sucedido desde aquel siniestro, maligno momento; contempla las demás religiones basadas en el pánico; basadas en alguna aparición o en alguna voz de las nubes. Basadas en la intervención de lo sobrenatural, de una forma u otra: milagros, revelaciones, un muerto levantándose de la tumba…
“Contempla los efectos de tus religiones, de esos movimientos que han arrebatado a millones con sus fantásticas afirmaciones. Contempla lo que han provocado a lo largo de la historia humana. Contempla las guerras desencadenadas por su culpa; contempla las persecuciones, las masacres. Contempla la esclavización pura de la razón; contempla el precio de la fe y del fanatismo.
“¡Y nos hablas de niños muriendo en los países orientales, en el nombre de Alá, mientras los fusiles repiquetean y las bombas caen!
“Y la guerra de que hablas, en la cual una pequeña nación europea trataba de exterminar a un pueblo entero… ¿En nombre de qué gran propósito espiritual, en nombre de qué nuevo mundo, se cometió? ¿Y qué recuerda el mundo de ello? Los campos de concentración, los hornos crematorios, que asaban cuerpos a miles. ¡Las ideas han desaparecido!
“Escucha bien, nos costaría un enorme esfuerzo determinar qué es peor, la religión o la idea pura. La intervención de lo sobrenatural o la evidente, simple y abstracta solución. Ambas han bañado esta tierra de sufrimientos; ambas han puesto a la raza humana de rodillas, literal y figuradamente.
“¿No te das cuenta? No es el hombre el enemigo de la especie humana. Es lo irracional; es lo espiritual cuando está divorciado de lo material, cuando está divorciado de la realidad de un corazón palpitante o de una vena sangrando.
“Nos acusas de codicia de sangre. Ah, pero esta codicia es nuestra salvación. Porque sabemos lo que somos; conocemos nuestros límites y conocemos nuestros pecados; tú nunca has conocido los tuyos.
“Desearías empezarlo todo de nuevo, ¿no? Desearías dar nacimiento a una nueva religión, una nueva revelación, una nueva ola de superstición, de sacrificio y de muerte.
-Mientes -replicó Akasha, con la voz apenas capaz de contener la furia-. Traicionas la belleza esencial del sueño; la traicionas porque no tienes visión, no tienes sueños.
-¡La belleza no tiene nada que ver con esto! -exclamó Maharet- ¡No se merece tu violencia! ¡Eres tan despiadada que las vidas que quieres destruir no significan nada para ti! ¡Y nunca han significado nada!
La tensión en el ambiente era insostenible. Mi cuerpo rezumaba sudor sangriento. Sentía el pánico a mi alrededor. Louis había agachado la cabeza y se cubría la cara con las manos. Sólo el joven Daniel parecía desesperadamente extasiado. Y Armand simplemente tenía los ojos fijos en Akasha, como si todo estuviera ya fuera del alcance de su posibilidad de actuar.
Akasha luchaba interiormente, en silencio. Pero enseguida pareció recuperar su convicción.
-¡Mientes, como siempre has mentido! -gritó con desesperación- Pero no importa si no combatís a mi lado. Haré lo que tengo el propósito de hacer; retrocederé a través de los milenios y redimiré aquel momento pretérito, redimiré el antiquísimo mal que tú y tu hermana trajisteis a mi tierra; retrocederé y lo mostraré a los ojos del mundo hasta que se convierta en el Belén de la nueva era; y por fin existirá la paz en la Tierra. No hay bien grandioso que no se haya conseguido sin sacrifico ni valor. Y si os volvéis contra mí, si me presentáis batalla, crearé de mejor temple los ángeles que necesito.
-No, no lo harás -negó Maharet.
-Akasha, por favor -dijo Marius-, concédenos tiempo. Concédenos sólo una demora, para reflexionar. Concédenos que a partir de este momento no suceda nada.
-Sí -insistí yo-. Danos tiempo. Ven conmigo. Salgamos juntos (tú, Marius y yo) de aquí, salgamos de los sueños y vayamos al mundo mismo.
-¡Oh, cómo me insultas y me desprecias! -susurró ella. Su odio iba dirigido a Marius, pero estaba a punto de volverse hacia mí.
-Hay tantas cosas, tantos lugares que quiero mostrarte -dijo él-. Sólo dame una oportunidad. Akasha, durante dos mil años he cuidado de ti, te he protegido…
-¡Te has protegido a ti mismo! Has protegido a la fuente de tu poder, ¡a la fuente de tu maldad!
-Te lo suplico -dijo Marius-. Me arrodillaré ante ti. Sólo un mes, ven conmigo, conversemos, examinemos todas las evidencias…
-Tan insignificantes, tan limitados -musitó Akasha-. Y no os sentís en deuda con el mundo que hizo de vosotros lo que sois, no os sentís en deuda para devolver el beneficio de vuestro poder, ¡para transformaros de malignos en dioses!
En ese momento, con la sorpresa que se expandía en su rostro, se volvió hacia mí.
-Y tú, mi príncipe, que viniste a mi cámara como si yo fuese la Bella Durmiente, que me despertaste a la vida de nuevo con tu apasionado beso. ¿No quieres reconsiderarlo? ¡Por mi amor! -De nuevo las lágrimas aparecieron en sus ojos- ¿Te unirás a ellos en contra mía, también? -Extendió los brazos y colocó sus manos a ambos lados de mi rostro- ¿Cómo puedes traicionarme? -prosiguió- ¿Cómo puedes traicionar un sueño así? Esos son unos indolentes, unos falsos, llenos de malevolencia. Pero tu corazón es puro. Posees un coraje que trasciende el pragmatismo. ¡Tú también tuviste tus sueños!
No tenía que responder. Ella ya lo sabía. Tal vez lo viera mejor que yo mismo. Lo único que yo veía era el sufrimiento en sus ojos negros. El dolor, la incomprensión, y la pena que sentía por mi causa.
De repente pareció que no se podía mover ni hablar. No había nada que yo pudiera hacer; nada que pudiera salvarlos o salvarme. ¡La quería! ¡Pero no podía ponerme de su lado! En silencio, le supliqué que me comprendiese y que me perdonase.
Su rostro estaba helado, casi como si las voces la hubiesen ganado para sí; era como si yo estuviera ante su trono, en la trayectoria de su mirada invariable.
-Te mataré a ti primero, príncipe -dijo mientras sus dedos me acariciaban con gran cariño-. Quiero que te vayas de mi lado. No quiero mirar tus ojos y ver de nuevo tu traición.

Para no arruinar el final, no incluyo el subsiguiente enfrentamiento entre Akasha y los demás vampiros. Espero que les haya gustado.