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jueves, 4 de octubre de 2007

Cadmo (2ª parte)

Después de los 8 años al servicio de Ares, Cadmo quedó libre para continuar la construcción de su ciudad, a la que bautizó “Cadmea”, pero que generaciones más tarde sería rebautizada como Tebas. Los cinco “Hombres Sembrados” lo ayudaron en la empresa y se convirtieron en sus nobles de confianza en la nueva ciudad-Estado.
Atenea honró aún más a Cadmo otorgándole la mano de su sobrina Harmonía, fruto del escandaloso affaire entre sus hermanos Ares y Afrodita. La boda fue la primera entre mortales a la que asistieron dioses olímpicos, y todos llevaron regalos. Afrodita le regaló a su hija un collar de oro mágico hecho por Hefesto, que originalmente le había regalado Zeus a Europa, y que hacía que quien lo usaba no envejeciese. Posteriormente, el collar fue heredado por Yocasta y por su hijo Polinices, quien lo usó para sobornar a su tía política Enfile y así conseguir que esta autorizase la expedición para reponerlo en el trono de Tebas. Demeter le garantizó a la ciudad una prolongada fertilidad de sus suelos acostándose en el campo arado tres veces durante las celebraciones. Apolo tocó la lira y las Musas la flauta.
En su vejez, para aplacar a Ares, Cadmo abdicó el trono a favor de su nieto Penteo, hijo de su hija Agave y del Hombre Sembrado Equión. Pero cuando Penteo se rehusó a permitir que los ritos orgiásticos de Dionisio se celebrasen en Tebas, el dios hizo que un grupo de bacantes enloquecidas -entre las que estaba su propia madre Agave- lo asesinase y despedazase (esta historia es narrada en la obra de teatro Las bacantes, de Eurípides). Cadmo y Harmonía huyeron de Tebas al país de los enqueleos, donde fueron coronados rey y reina. Agave, por su parte, huyó a Iliria, donde se casó con el rey Licoterses.
Pocos años después, Licoterses declaró la guerra a los enqueleos. No obstante, cuando Agave se enteró de que quienes reinaban en el país contra el cual su marido iba a hacer la guerra eran sus propios padres, asesinó a Licoterses y entregó el reino a Cadmo y Harmonía. Ambos países de unificaron bajo el cetro de Cadmo, quien en sus últimos años alcanzó a tener otro hijo con su esposa llamado Ilirio. Finalmente, Zeus convirtió al rey y la reina en serpientes negras y los mandó a las Islas de los Bienaventurados, donde vivieron felices eternamente (otra versión dice que fueron convertidos en leones por Ares, pero el desenlace fue el mismo). Ilirio sucedió a Cadmo como rey.

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