Este es un post bastante largo, así que para amenizarlo les aconsejo escuchar esta excelente canción.
Ayer a la noche estuvo el escritor Marcos Aguinis en Pergamino, dando una conferencia sobre “la Argentina soñada y la Argentina real” en la Casa de la Cultura. Mis amigos y yo asistimos al encuentro, que resultó ser bastante interesante.
Hay que reconocer que Aguinis es un orador muy bueno, capaz de entretener a su audiencia con muchas anécdotas y datos poco conocidos para ilustrar sus puntos de vista. Él empezó haciendo un recorrido por la historia argentina, señalando lo que considera que fueron dos grandes tendencias que marcaron distintas etapas de nuestra evolución como nación, y que Aguinis afirma que están en constante pugna: una, absolutista-totalitaria-autoritaria, que los argentinos vendríamos padeciendo desde la época colonial, y la otra, ilustrada-civilizada-democrática, que llegó a nuestro país a fines del siglo XVIII. Siguiendo con su recorrido, Aguinis considera que la revolución de 1810 fue una manifestación de la segunda corriente contra la primera, y que las guerras civiles que asolaron el país hasta el ascenso de Juan Manuel de Rosas fueron no entre unitarios y federales sino entre representantes de las dos corrientes.
Tras la caída de Rosas -que para Aguinis fue el Restaurador de las Leyes… de la colonia- viene un período que describe con evidente admiración, pues sería cuando su adorada segunda tendencia derrota definitivamente a la primera. Justo José de Urquiza, “un gran lector y un gran patriota”, como lo definió Aguinis, palabras más, palabras menos, utiliza el modelo de Constitución propuesto por Juan Bautista Alberdi en sus Bases para redactar la Constitución de 1853. Y en 1861, cuando se enfrenta a los ejércitos de Buenos Aires en Pavón, tiene el “gesto de grandeza” de dejarse vencer para que Bartolomé Mitre gane la guerra y unifique al país, entonces dividido entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires. Por algún motivo, Aguinis ignora que la “derrota” de Urquiza en Pavón parece haberse debido más a desavenencias con el presidente de la Confederación, Santiago Derqui, y al cansancio de ejercer un liderazgo nacional tan desgastante, que a cualquier patriotismo. Se sabe que lo único que dijo el caudillo entrerriano sobre los motivos por los cuales abandonó la lucha en Pavón fue un enigmático “Me han traicionado”, y que en las calles de Buenos Aires después de la batalla muchos cantaban que “a Urquiza lo compraron por un patacón”.
No obstante, conviene continuar con el recorrido. Para Aguinis, en 1862 se abre el período en el que el país se abre definitivamente al mundo, atrae inmigrantes, adopta con entusiasmo las ideas de afuera, crece social, cultural y económicamente. Era un paraíso, y Aguinis con su oratoria consigue que hasta sintamos nostalgia de lo que jamás conocimos. Por supuesto, no mencionó ni el fraude electoral sistemático que aquella elite tan ilustrada utilizó para mantenerse en el poder hasta 1912, ni las guerras civiles posteriores a 1862, ni la Conquista del Desierto.
Pero en la década de 1920 entran en la Argentina las ideas totalitarias de izquierda y de derecha: el comunismo y el fascismo. A lo largo de la década, el fascismo va ganando adeptos y finalmente acaba por tomar el poder con el golpe de 1930. Uriburu intenta establecer un sistema corporativo mediante una reforma constitucional -y Aguinis aprovechó para vincular ese proyecto con las reformas constitucionales buscadas por Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales en la actualidad, en sus respectivos países, ignorando que Uriburu era un dictador y los presidentes de Ecuador, Venezuela y Bolivia surgieron de elecciones limpias-, pero por suerte fracasa. No obstante, a partir de 1932 comienza a aplicarse lo que Aguinis considera el costado económico del modelo autoritario colonial remozado por las ideas fascistas: el intervencionismo estatal en la economía. Ambas variantes -la económica y la política- de la corriente autoritaria se van manifestando a lo largo de las siguientes décadas en la Argentina, llevándonos al estado de decadencia actual.
A continuación Aguinis respondió preguntas del público. Fue entonces que una chica le preguntó, haciendo referencia a la Conquista del Desierto, si el precio del progreso experimentado por la Argentina durante el gobierno de la Generación de 1880 no fue demasiado alto. Aguinis contestó que si bien él no apoyaba el exterminio, era necesario en el caso de Argentina porque si no lo hacíamos nosotros, los chilenos nos hubiesen quitado la Patagonia, y que los indígenas de hecho se consideraban chilenos, y que muchos países padecieron genocidios -puso el ejemplo particular de Croacia, que tuvo que soportar a Ante Pavelic, el Mariscal Tito y las guerras étnicas de los ’90- y salieron adelante. Lo escribo de ésta manera porque la forma en que expuso sus argumentos fue un poco acumulativa, signo de que la pregunta lo había tomado por sorpresa. Luego se despachó contra el revisionismo histórico, que según él hace que los argentinos nos dediquemos a mirar el pasado y enfrentarnos entre nosotros en vez de mirar el futuro y unirnos. Y concluyó diciendo que era necesario que los indígenas dejen de vivir en los ghettos (léase reservas) en las mismas condiciones que en el siglo XIX y que se integren a la sociedad.
Hay algo que quisiera señalar porque me llamó la atención. Al hablar del segundo gobierno de Yrigoyen, Aguinis elogió su decisión de “nombrar presidente de la Corte Suprema” (abajo explico por qué le pongo comillas) al ex presidente conservador José Figueroa Alcorta, pues significó darle a un opositor acérrimo la posibilidad de controlar a su gobierno. Hay observaciones que quisiera hacerle a lo que él dijo:
Ayer a la noche estuvo el escritor Marcos Aguinis en Pergamino, dando una conferencia sobre “la Argentina soñada y la Argentina real” en la Casa de la Cultura. Mis amigos y yo asistimos al encuentro, que resultó ser bastante interesante.
Hay que reconocer que Aguinis es un orador muy bueno, capaz de entretener a su audiencia con muchas anécdotas y datos poco conocidos para ilustrar sus puntos de vista. Él empezó haciendo un recorrido por la historia argentina, señalando lo que considera que fueron dos grandes tendencias que marcaron distintas etapas de nuestra evolución como nación, y que Aguinis afirma que están en constante pugna: una, absolutista-totalitaria-autoritaria, que los argentinos vendríamos padeciendo desde la época colonial, y la otra, ilustrada-civilizada-democrática, que llegó a nuestro país a fines del siglo XVIII. Siguiendo con su recorrido, Aguinis considera que la revolución de 1810 fue una manifestación de la segunda corriente contra la primera, y que las guerras civiles que asolaron el país hasta el ascenso de Juan Manuel de Rosas fueron no entre unitarios y federales sino entre representantes de las dos corrientes.
Tras la caída de Rosas -que para Aguinis fue el Restaurador de las Leyes… de la colonia- viene un período que describe con evidente admiración, pues sería cuando su adorada segunda tendencia derrota definitivamente a la primera. Justo José de Urquiza, “un gran lector y un gran patriota”, como lo definió Aguinis, palabras más, palabras menos, utiliza el modelo de Constitución propuesto por Juan Bautista Alberdi en sus Bases para redactar la Constitución de 1853. Y en 1861, cuando se enfrenta a los ejércitos de Buenos Aires en Pavón, tiene el “gesto de grandeza” de dejarse vencer para que Bartolomé Mitre gane la guerra y unifique al país, entonces dividido entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires. Por algún motivo, Aguinis ignora que la “derrota” de Urquiza en Pavón parece haberse debido más a desavenencias con el presidente de la Confederación, Santiago Derqui, y al cansancio de ejercer un liderazgo nacional tan desgastante, que a cualquier patriotismo. Se sabe que lo único que dijo el caudillo entrerriano sobre los motivos por los cuales abandonó la lucha en Pavón fue un enigmático “Me han traicionado”, y que en las calles de Buenos Aires después de la batalla muchos cantaban que “a Urquiza lo compraron por un patacón”.
No obstante, conviene continuar con el recorrido. Para Aguinis, en 1862 se abre el período en el que el país se abre definitivamente al mundo, atrae inmigrantes, adopta con entusiasmo las ideas de afuera, crece social, cultural y económicamente. Era un paraíso, y Aguinis con su oratoria consigue que hasta sintamos nostalgia de lo que jamás conocimos. Por supuesto, no mencionó ni el fraude electoral sistemático que aquella elite tan ilustrada utilizó para mantenerse en el poder hasta 1912, ni las guerras civiles posteriores a 1862, ni la Conquista del Desierto.
Pero en la década de 1920 entran en la Argentina las ideas totalitarias de izquierda y de derecha: el comunismo y el fascismo. A lo largo de la década, el fascismo va ganando adeptos y finalmente acaba por tomar el poder con el golpe de 1930. Uriburu intenta establecer un sistema corporativo mediante una reforma constitucional -y Aguinis aprovechó para vincular ese proyecto con las reformas constitucionales buscadas por Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales en la actualidad, en sus respectivos países, ignorando que Uriburu era un dictador y los presidentes de Ecuador, Venezuela y Bolivia surgieron de elecciones limpias-, pero por suerte fracasa. No obstante, a partir de 1932 comienza a aplicarse lo que Aguinis considera el costado económico del modelo autoritario colonial remozado por las ideas fascistas: el intervencionismo estatal en la economía. Ambas variantes -la económica y la política- de la corriente autoritaria se van manifestando a lo largo de las siguientes décadas en la Argentina, llevándonos al estado de decadencia actual.
A continuación Aguinis respondió preguntas del público. Fue entonces que una chica le preguntó, haciendo referencia a la Conquista del Desierto, si el precio del progreso experimentado por la Argentina durante el gobierno de la Generación de 1880 no fue demasiado alto. Aguinis contestó que si bien él no apoyaba el exterminio, era necesario en el caso de Argentina porque si no lo hacíamos nosotros, los chilenos nos hubiesen quitado la Patagonia, y que los indígenas de hecho se consideraban chilenos, y que muchos países padecieron genocidios -puso el ejemplo particular de Croacia, que tuvo que soportar a Ante Pavelic, el Mariscal Tito y las guerras étnicas de los ’90- y salieron adelante. Lo escribo de ésta manera porque la forma en que expuso sus argumentos fue un poco acumulativa, signo de que la pregunta lo había tomado por sorpresa. Luego se despachó contra el revisionismo histórico, que según él hace que los argentinos nos dediquemos a mirar el pasado y enfrentarnos entre nosotros en vez de mirar el futuro y unirnos. Y concluyó diciendo que era necesario que los indígenas dejen de vivir en los ghettos (léase reservas) en las mismas condiciones que en el siglo XIX y que se integren a la sociedad.
Hay algo que quisiera señalar porque me llamó la atención. Al hablar del segundo gobierno de Yrigoyen, Aguinis elogió su decisión de “nombrar presidente de la Corte Suprema” (abajo explico por qué le pongo comillas) al ex presidente conservador José Figueroa Alcorta, pues significó darle a un opositor acérrimo la posibilidad de controlar a su gobierno. Hay observaciones que quisiera hacerle a lo que él dijo:
- En Argentina el presidente de la Nación no puede nombrar al presidente de la Corte Suprema, sino que él -o ella- nombra a los jueces y ellos eligen luego a su presidente para un período de un año. Aguinis debe haberse confundido por haber pasado tantos años en EUA, donde cuando el presidente de la Corte muere, renuncia o es destituido, el Poder Ejecutivo nombra a su sucesor directamente.
- Figueroa Alcorta fue, junto con Roque Sáenz Peña, el único presidente del Orden Conservador (1880-1916) en reunirse cara a cara con Yrigoyen para intentar resolver las diferencias con el radicalismo. Y, por lo que tengo entendido, no se opuso a la reforma electoral impulsada por su sucesor en 1912, que permitió el ascenso de Yrigoyen al poder, de modo que es un poco difícil verlo como un gran opositor.
- ¿No se le ocurrió a Aguinis que quizá a Yrigoyen no le importaba quienes estuviesen en la Corte Suprema? Sabemos que en 1929, cuando propuso a Figueroa Alcorta, el Senado, que debía aprobar su nombramiento, estaba dominado por los conservadores. Es posible que entonces, en vez de proponer a un juez radical para la Corte, Yrigoyen haya preferido evitarse un nuevo conflicto con el Senado proponiéndoles a un juez conservador, pero moderado.
Otro punto interesante es que al hablar del corporativismo, Aguinis nos previno contra la concertación que propone CFK entre el Estado, el empresariado y los trabajadores, diciéndonos que los partidos políticos debían jugar un rol. No obstante, cuando más tarde habló de Irlanda atribuyó el crecimiento impresionante que tuvo el país desde su independencia en 1916 a ¡una concertación entre empresarios y trabajadores! Supuestamente -no conozco mucho de historia irlandesa, así que hay que confiar en la versión de Aguinis-, en algún momento se llegó a un pacto para vincular los salarios a la productividad, de modo que mientras más producía la empresa, más cobraban los trabajadores.
En cualquier caso, y pese a todo aquello con lo que no estuve de acuerdo y con lo que detecté que se contradecía un poco, me gustó la charla. Lamento no haber llevado mis ejemplares de La gesta del marrano y El atroz encanto de ser argentinos para que me los firmase.
En cualquier caso, y pese a todo aquello con lo que no estuve de acuerdo y con lo que detecté que se contradecía un poco, me gustó la charla. Lamento no haber llevado mis ejemplares de La gesta del marrano y El atroz encanto de ser argentinos para que me los firmase.
Martin: todo lo que escribiste se lo podrias haber dicho en persona para sacarte las dudas,no seas cobarde...las cosas se dicen de frente...¿que clase de critico sos?
ResponderBorrarLa verdad que se me cayo un idolo...
Marcos Aguinis te demostró una vez mas que es un genio y un ejemplo a seguir...
Primero que nada, Pocho, si vas a opinar en mi blog te pido que lo hagas con tu usuario de Blogger, no en forma anónima.
ResponderBorrarSegundo, que no haya querido enfrentarme verbalmente con Aguinis no hace que las críticas que le hago sean menos válidas. Con tu criterio, nadie podría criticar a nadie más que cara a cara, lo cual es una ridiculez.
¿Tenés algo que decir sobre lo que yo dije sobre Aguinis? Porque si lo único que podés decir es "Sos un cobarde porque no se lo dijiste a la cara", entonces tenés poco que aportar.
Saludos
De paso, Pocho, ¿por qué no aprovechás esta experiencia para postear en tu blog -que, como dije antes, ya se empieza a parecer a un fotolog- una defensa de Aguinis?
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