Continuación de Harry y Walburga. Todos los personajes son de J. K. Rowling.
Unos meses después de la batalla final, Narcisa Malfoy se sorprendió pensando en su hermana Andrómeda. El motivo por el cual le vino a la mente el tema de Andrómeda nunca le quedó del todo claro, pero desde ese momento no pudo dejar de reflexionar sobre su relación con ella, inexistente desde los años ’70, cuando su hermana se casó con Ted Tonks, un mago hijo de muggles. La boda se había celebrado en secreto, pero fue registrada mágicamente en el Árbol Genealógico de la familia Black. Cuando Orión y Walburga Black advirtieron que el nombre de su sobrina Andrómeda se había unido al de un tal Ted Tonks, se produjo una crisis familiar que concluyó con la decisión de sus padres de desheredar a su segunda hija, de sus tíos de borrar su nombre y el de su flamante esposo del árbol y de todos los Black, a excepción de Sirius, la “oveja negra”, de cortar cualquier contacto con Andrómeda.
Narcisa, la menor de las tres hermanas, recordaba la rabia y el desprecio de sus padres Cygnus y Druella, y de su terrible hermana Bellatrix. Ella misma, por su parte, no se sentía tan escandalizada, pero sabía que expresar cualquier clase de apoyo o incluso indiferencia hacia lo que había hecho Andrómeda la metería en graves problemas, por lo que fingió una indignación tan convincente que ella misma acabo por creérsela. Y durante años, ella había casi olvidado la existencia de su hermana.
En cualquier caso, el recuerdo de Andrómeda no dejó de acosar a Narcisa Malfoy. En la infancia, ellas habían tenido una relación muy íntima, contándose todos sus secretos y travesuras. Como generalmente ocurre, la entrada de “Dromeda” en la adolescencia la había distanciado de Narcisa, y esa distancia había permanecido. No es que Dromeda y Cissy se llevasen mal, pero cada una se ocupaba de sus asuntos y ya no compartían esa complicidad de la niñez. Después del matrimonio de Andrómeda con Ted Tonks, alejarse de ella fue para Narcisa tan fácil como cortar un hilo que ya estaba desgastado de por sí y que hubiese acabado rompiéndose por su cuenta.
Ahora, Narcisa pensaba en Andrómeda con nostalgia, pues nunca había tenido una confidente mejor que ella y nunca había necesitado una tanto como en ese momento. Ni su marido, destruido anímicamente por la caída de Voldemort y por haber traicionado a Rodolphus Lestrange, ni su hijo, aterrorizado por el recuerdo de las cosas que Voldemort le había hecho y le había obligado a hacer o presenciar, eran personas con quienes ella pudiese hablar de todo lo que había sucedido.
Narcisa decidió que haría un tímido intento por restablecer el contacto con su hermana. Después de escribir y desechar varios borradores, terminó mandándole una carta muy breve.
Andrómeda:
Seguramente te sorprenderá recibir noticias mías, dado que no me he comunicado contigo desde hace tanto tiempo. Te escribo porque quisiera volver a verte y tener una charla contigo. No sé qué más decirte, excepto que comprenderé si te niegas a tener cualquier trato conmigo.
Saludos,
Narcisa
No era la carta mejor redactada que ella hubiese escrito, pero era bastante clara. Después de leerla y releerla varias veces, la mandó a la casa de su hermana con su lechuza (los Malfoy eran lo bastante ricos como para tener cada uno su propia lechuza o búho, a diferencia de los Weasley).
Pocos días después le llegó una carta igualmente breve.
Narcisa:
Ven a mi casa mañana a las 18.
Saludos,
Andrómeda
Aliviada por no haber sido rechazada (su peor temor era que Andrómeda le mandase una Vociferadora), Narcisa se aprestó a visitar a su hermana.
Tras decirle a Lucius y Draco que iba al callejón Diagon -algo que sólo podía hacer ahora habiendo tomado la Poción Multijugos-, Narcisa se Apareció en la casa de Andrómeda. Pudo hacerlo gracias a que, tras la captura de su cuñado Rodolphus, Andrómeda había levantado casi todas las medidas de seguridad que había instalado durante la guerra para proteger su casa de los ataques de los Mortífagos.
Antes de que ella golpease la puerta, Andrómeda salió a recibirla.
Narcisa había olvidado lo mucho que se parecían sus hermanas mayores, y por un instante, creyó estar viendo de nuevo a Bellatrix. Pero pronto se dio cuenta de la diferencia entre ambas: en primer lugar, Andrómeda no mostraba los signos de deterioro físico causados en Bellatrix por su larga estadía en Azkaban. En segundo lugar, ella trasmitía una sensación de calma y compostura imperturbables, que Bellatrix había perdido en sus años de encarcelamiento; no es que Bella estuviese siempre desequilibrada, pero era muy fácil que perdiese los estribos. En cambio, Andrómeda parecía ser incapaz de cualquier desborde sentimental.
-Pasa, Narcisa -le dijo su hermana en un tono ni muy frío ni muy amable.
Al entrar, Narcisa no pudo evitar juzgar el tipo de vivienda en la que habían habitado durante años los Tonks. Era innegable que no resistía ninguna comparación con la Mansión Malfoy, ni con la Mansión Lestrange, donde Bellatrix había vivido durante algunos años antes de la primera caída de Voldemort. Pero trasmitía una sensación de calidez ausente en las mansiones de su marido y de su cuñado, lo mismo que de recuerdos familiares alegres y muy recientes. Las paredes de la Mansión Malfoy y de la Mansión Lestrange estaban repletas de retratos de antepasados famosos, que se remontaban a la Edad Media y que vigilaban y juzgaban a sus descendientes desde los marcos; las de la casa de Andrómeda estaban repletas de fotos suyas, de Ted Tonks, de Nymphadora, y más recientemente de Remus y Teddy Lupin, que se movían alegremente y sin prestar atención a los visitantes. Una cosa en la que ambas se parecían es que las dos se preocupaban muchísimo por la limpieza de sus hogares, pero estaba claro que mientras Narcisa se limitaba a ordenar a sus elfos y elfinas que limpiasen alguna de las habitaciones de la Mansión todos los días, Andrómeda hacía las tareas ella misma.
Había un solo retrato en la casa, que mostraba a Andrómeda, Ted y Nymphadora poco después del nacimiento de ésta última. Narcisa los miró con fascinación, comparando a la escena retratada allí con la que ella misma había hecho pintar poco después del nacimiento de Draco. En aquel retrato, Lucius y Narcisa posaban junto al bebé Draco sin apenas moverse y sin abandonar casi nunca su expresión solemne, mientras que Andrómeda y Ted no cesaban de acariciar a su bebita y de conversar alegremente.
-Cuando nació Teddy -dijo Andrómeda, sacándola de sus reflexiones- pensé en hacer pintar un segundo retrato que nos mostrase a los cinco juntos, pero no hubo tiempo.
-Lo… lo lamento, Andrómeda.
-No creo que lo hagas, hermanita. Yo perdí a mi esposo y a mi hija en la guerra, además de a mi yerno. Tú conservas tanto a tu esposo como a tu hijo.
-¡Sólo por casualidad, Andrómeda! ¿Crees que tu hija y tu marido murieron porque mi hijo y mi marido se salvaron? ¡No, Andrómeda! ¡Ellos murieron por culpa de Ryddle, y mi marido y mi hijo estuvieron a punto de morir por culpa suya también!
-Pero tú lo apoyaste. Esa es la diferencia. Tú, tu hijo y tu esposo estuvieron en el bando de Ryddle y sobrevivieron. Mi hija, mi esposo y mi yerno estuvieron en el bando opuesto a Ryddle y murieron, pese a que Ryddle fue vencido.
-¡Cometimos un error, todos nosotros! ¡Nos unimos a él siendo demasiado jóvenes como para comprender la fatuidad de sus ideales, si es que así se los puede llamar, y cuando regresó al poder tuvimos que volver a apoyarlo por miedo a sus represalias!
Las lágrimas se deslizaban por su bello rostro, pero Andrómeda no se conmovía.
-Además, yo nunca fui Mortífaga, Andrómeda. Mi marido y mi hijo sí, y creo que no pasa un día en que lo lamenten su decisión de haberlo sido. Fue el orgullo de los Malfoy, el maldito orgullo de los Malfoy el que los arrastró a ello. Y fui yo la que tuvo que salvarlos a ellos y a Potter mintiéndole a Ryddle en el Bosque Prohibido.
“Soy muy consciente de que no tengo las manos limpias a pesar de ello, Dromeda. Hice cosas imperdonables, y una de las peores, aparte de apoyar a Ryddle, fue no atreverme a ponerme de tu parte cuando te casaste con Ted. Lo que hice en el Bosque Prohibido ha permitido que yo y mi familia no seamos castigados por el Ministerio por haber apoyado a Ryddle; si seguimos siendo responsables moralmente, no lo sé. Pero sí sé que lo único que puede redimirme por lo que te hice es que me perdones.
Andrómeda contempló en silencio a Narcisa, y después de unos instantes, tomó su mano cariñosamente y le dio unas palmaditas. Narcisa supo que estaba perdonada, pero que su hermana era demasiado orgullosa como para decírselo expresamente.
-¿Quieres un té, Cissy? –preguntó luego Andrómeda.
La conversación entre las hermanas se fue haciendo cada vez más larga e interesante. Era como si durante años ellas hubiesen vivido en mundos diferentes, y cada una estaba fascinada por conocer las experiencias de la otra. El único tema del cual no hablaron fue de Bellatrix Lestrange, lo cual no era nada extraño considerando que ella había asesinado a la hija de Andrómeda, su propia sobrina. Pero Andrómeda se mostraba dispuesta a hablar de Nymphadora y de su nieto, y a Narcisa le encantaba hablar de su hijo Draco.
Los encuentros entre Narcisa y Andrómeda (que ya volvían a llamarse por sus diminutivos “Cissy” y “Dromeda”) se fueron haciendo frecuentes, y cuando Lucius y Draco se fueron a pasar un fin de semana en su casa en Fontainebleau -acompañados por Pansy Parkinson, que ya era considerada la futura esposa de Draco-, Narcisa llegó a invitar a su hermana mayor a la Mansión Malfoy. Había sido una experiencia agradable para ambas, pues si bien Andrómeda había abandonado el estilo de vida de las familias ricas y de sangre pura como los Malfoy (y los Black) al casarse con Ted Tonks, eso no significaba que lo detestase. El amor hacia Ted había sido más fuerte que su apego al lujo.
Por supuesto, Lucius y Draco terminaron enterándose del restablecimiento de las relaciones entre Narcisa y Andrómeda, pero jamás lo cuestionaron. Siempre y cuando su esposa y madre no los obligase a confraternizar con esa “traidora a la sangre” que era su cuñada y tía, no les molestaba. A Pansy sí le irritó cuando lo supo, pero sabía que su futura suegra no era la clase de mujer a quien ella pudiese intimidar o avergonzar, de modo que eligió no intervenir.
La primera vez que “Cissy” y “Dromeda” hablaron de Bellatrix fue justamente en la visita de la segunda a la Mansión Malfoy. Después de mostrarle la casa, Narcisa paseó a su hermana por el jardín y le señaló el panteón de los Malfoy.
-Allí los Malfoy han enterrado a sus muertos desde el siglo XIV. Los últimos que sepultamos aquí fueron mi suegro Abraxas y Bella…
Narcisa había olvidado por un instante con quién estaba hablando, y se quedó callada. Pero Andrómeda dijo:
-Creo que es el momento de que hablemos de Bella, Cissy. Ella era nuestra hermana.
-Mató a tu hija.
-Es cierto, y jamás se lo perdonaré. Pero eso no significa que no podamos hablar de ella. Todos siempre decían que yo me parecía más a ella que a ti.
-Físicamente sí. De carácter, no lo sé. Supongo que ambas fueron muy valientes, a su manera. Y ambas fueron muy leales a los hombres que querían…
-¿Te refieres a Ryddle?
-Sí -contestó Narcisa en un susurro, como si temiera ser escuchada-. Estoy segura de que al menos ella estaba muy enamorada de él… mucho más que de Rodolphus, ciertamente, y sólo eso explica que ella impulsase a su marido, a Rabastan y a Barty Crouch a buscarlo cuando desapareció.
-Pero, ¿eran amantes?
-Nunca lo supe a ciencia cierta y nunca me atreví a preguntárselo. Pero sí estoy segura de que ella pasaba mucho más tiempo con él que con Rodolphus. Recuerdo que cuando mataron a Scrimgeour, los Lestrange creyeron seguro volver a su vieja mansión -la había tenido confiscada el Ministerio durante varios años, ¿sabes?- y mandaron a una cuadrilla de elfos domésticos a ponerla en condiciones. Pero cuando estuvo lista, los únicos que se mudaron allí fueron Rodolphus y Rabastan. Bella se quedó en la Mansión Malfoy, con nosotros… y con Ryddle.
“Francamente, dudo mucho que hayan sido amantes. Cuando Ryddle reapareció bajo la identidad de Lord Voldemort, los experimentos que había realizado con la magia oscura lo habían deshumanizado enormemente… eso y los Horrocruxes. Ya no sentía muchas necesidades físicas, apenas comía, bebía y dormía. Y no creo que el sexo le haya interesado mucho. Cuando recuperó su cuerpo, esa deshumanización se acentuó aún más, y Bella ya no tenía esa belleza impresionante de antes de Azkaban, así que es menos probable aún que hayan estado juntos entonces.
-¿Y Bella nunca quiso tener hijos con él o con Lestrange?
-Gracias al Cielo, no. ¿Te imaginas a un hijo de Ryddle y Bella? ¡Tan solo pensar en un hijo de ella con Rodolphus me pone la carne de gallina!
Unos meses después de la batalla final, Narcisa Malfoy se sorprendió pensando en su hermana Andrómeda. El motivo por el cual le vino a la mente el tema de Andrómeda nunca le quedó del todo claro, pero desde ese momento no pudo dejar de reflexionar sobre su relación con ella, inexistente desde los años ’70, cuando su hermana se casó con Ted Tonks, un mago hijo de muggles. La boda se había celebrado en secreto, pero fue registrada mágicamente en el Árbol Genealógico de la familia Black. Cuando Orión y Walburga Black advirtieron que el nombre de su sobrina Andrómeda se había unido al de un tal Ted Tonks, se produjo una crisis familiar que concluyó con la decisión de sus padres de desheredar a su segunda hija, de sus tíos de borrar su nombre y el de su flamante esposo del árbol y de todos los Black, a excepción de Sirius, la “oveja negra”, de cortar cualquier contacto con Andrómeda.
Narcisa, la menor de las tres hermanas, recordaba la rabia y el desprecio de sus padres Cygnus y Druella, y de su terrible hermana Bellatrix. Ella misma, por su parte, no se sentía tan escandalizada, pero sabía que expresar cualquier clase de apoyo o incluso indiferencia hacia lo que había hecho Andrómeda la metería en graves problemas, por lo que fingió una indignación tan convincente que ella misma acabo por creérsela. Y durante años, ella había casi olvidado la existencia de su hermana.
En cualquier caso, el recuerdo de Andrómeda no dejó de acosar a Narcisa Malfoy. En la infancia, ellas habían tenido una relación muy íntima, contándose todos sus secretos y travesuras. Como generalmente ocurre, la entrada de “Dromeda” en la adolescencia la había distanciado de Narcisa, y esa distancia había permanecido. No es que Dromeda y Cissy se llevasen mal, pero cada una se ocupaba de sus asuntos y ya no compartían esa complicidad de la niñez. Después del matrimonio de Andrómeda con Ted Tonks, alejarse de ella fue para Narcisa tan fácil como cortar un hilo que ya estaba desgastado de por sí y que hubiese acabado rompiéndose por su cuenta.
Ahora, Narcisa pensaba en Andrómeda con nostalgia, pues nunca había tenido una confidente mejor que ella y nunca había necesitado una tanto como en ese momento. Ni su marido, destruido anímicamente por la caída de Voldemort y por haber traicionado a Rodolphus Lestrange, ni su hijo, aterrorizado por el recuerdo de las cosas que Voldemort le había hecho y le había obligado a hacer o presenciar, eran personas con quienes ella pudiese hablar de todo lo que había sucedido.
Narcisa decidió que haría un tímido intento por restablecer el contacto con su hermana. Después de escribir y desechar varios borradores, terminó mandándole una carta muy breve.
Andrómeda:
Seguramente te sorprenderá recibir noticias mías, dado que no me he comunicado contigo desde hace tanto tiempo. Te escribo porque quisiera volver a verte y tener una charla contigo. No sé qué más decirte, excepto que comprenderé si te niegas a tener cualquier trato conmigo.
Saludos,
Narcisa
No era la carta mejor redactada que ella hubiese escrito, pero era bastante clara. Después de leerla y releerla varias veces, la mandó a la casa de su hermana con su lechuza (los Malfoy eran lo bastante ricos como para tener cada uno su propia lechuza o búho, a diferencia de los Weasley).
Pocos días después le llegó una carta igualmente breve.
Narcisa:
Ven a mi casa mañana a las 18.
Saludos,
Andrómeda
Aliviada por no haber sido rechazada (su peor temor era que Andrómeda le mandase una Vociferadora), Narcisa se aprestó a visitar a su hermana.
Tras decirle a Lucius y Draco que iba al callejón Diagon -algo que sólo podía hacer ahora habiendo tomado la Poción Multijugos-, Narcisa se Apareció en la casa de Andrómeda. Pudo hacerlo gracias a que, tras la captura de su cuñado Rodolphus, Andrómeda había levantado casi todas las medidas de seguridad que había instalado durante la guerra para proteger su casa de los ataques de los Mortífagos.
Antes de que ella golpease la puerta, Andrómeda salió a recibirla.
Narcisa había olvidado lo mucho que se parecían sus hermanas mayores, y por un instante, creyó estar viendo de nuevo a Bellatrix. Pero pronto se dio cuenta de la diferencia entre ambas: en primer lugar, Andrómeda no mostraba los signos de deterioro físico causados en Bellatrix por su larga estadía en Azkaban. En segundo lugar, ella trasmitía una sensación de calma y compostura imperturbables, que Bellatrix había perdido en sus años de encarcelamiento; no es que Bella estuviese siempre desequilibrada, pero era muy fácil que perdiese los estribos. En cambio, Andrómeda parecía ser incapaz de cualquier desborde sentimental.
-Pasa, Narcisa -le dijo su hermana en un tono ni muy frío ni muy amable.
Al entrar, Narcisa no pudo evitar juzgar el tipo de vivienda en la que habían habitado durante años los Tonks. Era innegable que no resistía ninguna comparación con la Mansión Malfoy, ni con la Mansión Lestrange, donde Bellatrix había vivido durante algunos años antes de la primera caída de Voldemort. Pero trasmitía una sensación de calidez ausente en las mansiones de su marido y de su cuñado, lo mismo que de recuerdos familiares alegres y muy recientes. Las paredes de la Mansión Malfoy y de la Mansión Lestrange estaban repletas de retratos de antepasados famosos, que se remontaban a la Edad Media y que vigilaban y juzgaban a sus descendientes desde los marcos; las de la casa de Andrómeda estaban repletas de fotos suyas, de Ted Tonks, de Nymphadora, y más recientemente de Remus y Teddy Lupin, que se movían alegremente y sin prestar atención a los visitantes. Una cosa en la que ambas se parecían es que las dos se preocupaban muchísimo por la limpieza de sus hogares, pero estaba claro que mientras Narcisa se limitaba a ordenar a sus elfos y elfinas que limpiasen alguna de las habitaciones de la Mansión todos los días, Andrómeda hacía las tareas ella misma.
Había un solo retrato en la casa, que mostraba a Andrómeda, Ted y Nymphadora poco después del nacimiento de ésta última. Narcisa los miró con fascinación, comparando a la escena retratada allí con la que ella misma había hecho pintar poco después del nacimiento de Draco. En aquel retrato, Lucius y Narcisa posaban junto al bebé Draco sin apenas moverse y sin abandonar casi nunca su expresión solemne, mientras que Andrómeda y Ted no cesaban de acariciar a su bebita y de conversar alegremente.
-Cuando nació Teddy -dijo Andrómeda, sacándola de sus reflexiones- pensé en hacer pintar un segundo retrato que nos mostrase a los cinco juntos, pero no hubo tiempo.
-Lo… lo lamento, Andrómeda.
-No creo que lo hagas, hermanita. Yo perdí a mi esposo y a mi hija en la guerra, además de a mi yerno. Tú conservas tanto a tu esposo como a tu hijo.
-¡Sólo por casualidad, Andrómeda! ¿Crees que tu hija y tu marido murieron porque mi hijo y mi marido se salvaron? ¡No, Andrómeda! ¡Ellos murieron por culpa de Ryddle, y mi marido y mi hijo estuvieron a punto de morir por culpa suya también!
-Pero tú lo apoyaste. Esa es la diferencia. Tú, tu hijo y tu esposo estuvieron en el bando de Ryddle y sobrevivieron. Mi hija, mi esposo y mi yerno estuvieron en el bando opuesto a Ryddle y murieron, pese a que Ryddle fue vencido.
-¡Cometimos un error, todos nosotros! ¡Nos unimos a él siendo demasiado jóvenes como para comprender la fatuidad de sus ideales, si es que así se los puede llamar, y cuando regresó al poder tuvimos que volver a apoyarlo por miedo a sus represalias!
Las lágrimas se deslizaban por su bello rostro, pero Andrómeda no se conmovía.
-Además, yo nunca fui Mortífaga, Andrómeda. Mi marido y mi hijo sí, y creo que no pasa un día en que lo lamenten su decisión de haberlo sido. Fue el orgullo de los Malfoy, el maldito orgullo de los Malfoy el que los arrastró a ello. Y fui yo la que tuvo que salvarlos a ellos y a Potter mintiéndole a Ryddle en el Bosque Prohibido.
“Soy muy consciente de que no tengo las manos limpias a pesar de ello, Dromeda. Hice cosas imperdonables, y una de las peores, aparte de apoyar a Ryddle, fue no atreverme a ponerme de tu parte cuando te casaste con Ted. Lo que hice en el Bosque Prohibido ha permitido que yo y mi familia no seamos castigados por el Ministerio por haber apoyado a Ryddle; si seguimos siendo responsables moralmente, no lo sé. Pero sí sé que lo único que puede redimirme por lo que te hice es que me perdones.
Andrómeda contempló en silencio a Narcisa, y después de unos instantes, tomó su mano cariñosamente y le dio unas palmaditas. Narcisa supo que estaba perdonada, pero que su hermana era demasiado orgullosa como para decírselo expresamente.
-¿Quieres un té, Cissy? –preguntó luego Andrómeda.
La conversación entre las hermanas se fue haciendo cada vez más larga e interesante. Era como si durante años ellas hubiesen vivido en mundos diferentes, y cada una estaba fascinada por conocer las experiencias de la otra. El único tema del cual no hablaron fue de Bellatrix Lestrange, lo cual no era nada extraño considerando que ella había asesinado a la hija de Andrómeda, su propia sobrina. Pero Andrómeda se mostraba dispuesta a hablar de Nymphadora y de su nieto, y a Narcisa le encantaba hablar de su hijo Draco.
Los encuentros entre Narcisa y Andrómeda (que ya volvían a llamarse por sus diminutivos “Cissy” y “Dromeda”) se fueron haciendo frecuentes, y cuando Lucius y Draco se fueron a pasar un fin de semana en su casa en Fontainebleau -acompañados por Pansy Parkinson, que ya era considerada la futura esposa de Draco-, Narcisa llegó a invitar a su hermana mayor a la Mansión Malfoy. Había sido una experiencia agradable para ambas, pues si bien Andrómeda había abandonado el estilo de vida de las familias ricas y de sangre pura como los Malfoy (y los Black) al casarse con Ted Tonks, eso no significaba que lo detestase. El amor hacia Ted había sido más fuerte que su apego al lujo.
Por supuesto, Lucius y Draco terminaron enterándose del restablecimiento de las relaciones entre Narcisa y Andrómeda, pero jamás lo cuestionaron. Siempre y cuando su esposa y madre no los obligase a confraternizar con esa “traidora a la sangre” que era su cuñada y tía, no les molestaba. A Pansy sí le irritó cuando lo supo, pero sabía que su futura suegra no era la clase de mujer a quien ella pudiese intimidar o avergonzar, de modo que eligió no intervenir.
La primera vez que “Cissy” y “Dromeda” hablaron de Bellatrix fue justamente en la visita de la segunda a la Mansión Malfoy. Después de mostrarle la casa, Narcisa paseó a su hermana por el jardín y le señaló el panteón de los Malfoy.
-Allí los Malfoy han enterrado a sus muertos desde el siglo XIV. Los últimos que sepultamos aquí fueron mi suegro Abraxas y Bella…
Narcisa había olvidado por un instante con quién estaba hablando, y se quedó callada. Pero Andrómeda dijo:
-Creo que es el momento de que hablemos de Bella, Cissy. Ella era nuestra hermana.
-Mató a tu hija.
-Es cierto, y jamás se lo perdonaré. Pero eso no significa que no podamos hablar de ella. Todos siempre decían que yo me parecía más a ella que a ti.
-Físicamente sí. De carácter, no lo sé. Supongo que ambas fueron muy valientes, a su manera. Y ambas fueron muy leales a los hombres que querían…
-¿Te refieres a Ryddle?
-Sí -contestó Narcisa en un susurro, como si temiera ser escuchada-. Estoy segura de que al menos ella estaba muy enamorada de él… mucho más que de Rodolphus, ciertamente, y sólo eso explica que ella impulsase a su marido, a Rabastan y a Barty Crouch a buscarlo cuando desapareció.
-Pero, ¿eran amantes?
-Nunca lo supe a ciencia cierta y nunca me atreví a preguntárselo. Pero sí estoy segura de que ella pasaba mucho más tiempo con él que con Rodolphus. Recuerdo que cuando mataron a Scrimgeour, los Lestrange creyeron seguro volver a su vieja mansión -la había tenido confiscada el Ministerio durante varios años, ¿sabes?- y mandaron a una cuadrilla de elfos domésticos a ponerla en condiciones. Pero cuando estuvo lista, los únicos que se mudaron allí fueron Rodolphus y Rabastan. Bella se quedó en la Mansión Malfoy, con nosotros… y con Ryddle.
“Francamente, dudo mucho que hayan sido amantes. Cuando Ryddle reapareció bajo la identidad de Lord Voldemort, los experimentos que había realizado con la magia oscura lo habían deshumanizado enormemente… eso y los Horrocruxes. Ya no sentía muchas necesidades físicas, apenas comía, bebía y dormía. Y no creo que el sexo le haya interesado mucho. Cuando recuperó su cuerpo, esa deshumanización se acentuó aún más, y Bella ya no tenía esa belleza impresionante de antes de Azkaban, así que es menos probable aún que hayan estado juntos entonces.
-¿Y Bella nunca quiso tener hijos con él o con Lestrange?
-Gracias al Cielo, no. ¿Te imaginas a un hijo de Ryddle y Bella? ¡Tan solo pensar en un hijo de ella con Rodolphus me pone la carne de gallina!
buenisismo. Un hijo de Bella, no seri mala idea jajajajaja (risa siniestra)
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