Claudio estuvo a punto de casarse dos veces en la adolescencia. La primera de sus prometidas fue Medulina Camila, una descendiente del dictador Camilo, pero murió el día de la boda. La segunda fue Emilia, biznieta de Augusto, pero Claudio canceló el compromiso cuando se supo que el padre de Emilia había conspirado para deponer y asesinar a Augusto. El hermano de Emilia, de paso, era aquel Marco Emilio Lépido que fue esposo de Drusila y amante de Agripinila, Julia Livila y Calígula, y que terminó ejecutado por éste último.
La tercera fue la vencida, y Claudio pudo casarse en el año 9 d. C. con Plaucia Urgulanila, cuya abuela Urgulania era amiga íntima de Livia. La unión produjo un hijo, Claudio Drusilo, que murió en la adolescencia asfixiado con una fruta, poco después de que se anunciara su futuro matrimonio con una hija de Seyano -aquella que fue violada y ejecutada tras la caída de su padre, años después. Muchos sospecharon, naturalmente, que su muerte no había sido accidental sino obra de la facción de Agripina, que consideraría peligrosa una unión entre la hija de Seyano y el sobrino-nieto de Tiberio.
El matrimonio de Claudio y Urgulanila acabó en el 24, cuando Claudio se divorció de ella alegando adulterio; cinco meses después Urgulanila dio a luz una hija, Claudia, legalmente hija de Claudio pero a la cual él repudió -afirmando que era fruto del adulterio entre Urgulanila y un liberto llamado Boter- e hizo abandonar en la puerta de la casa de su ex esposa, para que ella la criase.
Su segunda esposa fue Elia, hermana de Seyano, con quien se casó aproximadamente en el 28, por motivos políticos. Tuvieron una hija, Antonia, y estuvieron casados hasta la caída de Seyano, tras lo cual Claudio se apresuró a divorciarse de ella.
Su tercera esposa fue Valeria Mesalina, y ella merece un párrafo aparte para explicar sus vinculaciones familiares. Su abuela materna Antonia la Mayor y su abuela paterna Claudia Marcela la Menor eran hijas de Octavia, la hermana de Augusto. Su madre, Domicia Lépida, era hermana de Gneo Domicio Enobarbo, el marido de Agripinila y padre del futuro emperador Nerón. Domicia Lépida también había tenido un hijo de un matrimonio posterior, Fausto Cornelio Sila, descendiente del dictador Lucio Cornelio Sila.
Bajo el reinado de Calígula, Mesalina fue una habitué de su corte depravada. Alrededor del año 38, Claudio y ella se casaron. Los motivos de la unión seguramente no fueron del todo románticos. Claudio sólo tenía una hija, Antonia, y necesitaba un hijo varón que heredase sus propiedades. El linaje de Mesalina, descendiente de Octavia por parte de su padre y de su madre, era un punto a su favor. Y Mesalina tenía bastante dinero, lo cual ayudaría a Claudio a paliar sus dificultades económicas.
Mucho se ha especulado acerca de la vida íntima de la pareja, y la casi increíble ceguera de Claudio hacia las infidelidades de su mujer. Mi propia teoría al respecto es que esos adulterios fueron hasta cierto punto autorizados por Claudio. En aquellos tiempos, la moral de la nobleza romana se había corrompido muchísimo comparándola con la de los tiempos de la República. Para un/a noble romano/a, la fidelidad de su conyugue ya no era tan importante, sino el dinero, el linaje, los hijos y los vínculos políticos aportados por el matrimonio. No sería raro que muchos nobles, al casarse, pactasen con sus nuevas esposas un período en el cual ellas deberían serles fieles y acostarse sólo con ellos, para darles hijos sobre cuya paternidad no hubieran dudas, para luego dedicarse con discreción a relaciones amorosas con otras personas. Y no puede descartarse la posibilidad de que Claudio haya hecho un acuerdo de éste tipo con Mesalina, que era unos 30 años más joven que él. Un argumento a mi favor es que ningún historiador antiguo puso en duda que Octavia (nacida en el 39 o 40) y Británico (nacido en el 41), los vástagos de la pareja, fuesen hijos de Claudio, pese a que no tenían una buena imagen ni del emperador ni de su tercera esposa. Además, no hay registro de ninguna infidelidad de Mesalina previa al ascenso de Claudio al trono.
Cuando esto sucedió, Mesalina se convirtió en la mujer más poderosa del Imperio. Su influencia sobre Claudio era enorme, y el nuevo emperador la favoreció haciendo que se le concediesen varios honores. Su cumpleaños era celebrado con un festival, se erigieron muchas estatuas de ella y se le otorgó, en el teatro, un asiento en la fila de las vírgenes vestales. El Senado quiso darle a Mesalina el título de “Augusta” que habían ostentado Livia y Antonia la Menor, pero Claudio lo vetó por considerarlo un honor exagerado para una mujer tan joven.
Había una contracara de aquella Mesalina adulada por el Senado, que aparecía en público como la esposa ideal. Estaba la Mesalina cuyo nombre se convirtió con los siglos en un adjetivo para caracterizar a las mujeres promiscuas. Mesalina disfrutaba realizando grandes fiestas con hombres y mujeres de alto rango que rápidamente degeneraban en orgías. Y cuando a la emperatriz se le antojaba estar con amantes de condición más baja, salía a hurtadillas del palacio y se prostituía en un burdel cercano, con el nombre de Lycisca. Se cuenta que en una ocasión Mesalina desafió a una prostituta muy experimentada llamada Escila a un concurso sexual, en el que ganaría quién pudiera acostarse con más hombres. Al amanecer, Escila se declaró vencida después de haber sido penetrada por 25 hombres, pero Mesalina continuó durante varias horas más.
Los historiadores también cuentan cómo Mesalina llevó a cabo numerosos asesinatos por motivos políticos. El caso más paradigmático es el de Appio Junio Silano. Appio era viudo de Emilia, aquella biznieta de Augusto con quién Claudio estuvo a punto de casarse en su adolescencia, y tuvo varios hijos con ella, que eran tataranietos del emperador-dios. Sintiendo que su posición como emperador y jefe de la familia Julia era débil, Claudio quiso vincularse de alguna manera con Augusto e hizo que Appio Silano se casase con su suegra Domicia Lépida. También comprometió a su hija Octavia con Lucio Silano, hijo de Appio. Lo cual significaba que Mesalina sería al mismo tiempo hijastra y consuegra de Appio. No obstante, a los pocos meses Appio fue ejecutado sumariamente por un intento de asesinato a Claudio. Muchos supusieron que en realidad había sido eliminado por Mesalina por haberse negado a acostarse con ella.
También Julia Livila, hermana-amante de Calígula, a quién Claudio había permitido regresar de su destierro, fue víctima de Mesalina. En el 41, fue acusada de adulterio nada más y nada menos que con el filósofo Lucio Anneo Séneca. Ambos fueron desterrados, él a Córcega y ella a la isla de Pandataria, el mismo lugar donde fueron enviadas su abuela Julia y su madre Agripina. Y en el 42 Claudio la hizo asesinar, probablemente temiendo que algún enemigo la liberase y la utilizase como arma para obtener el trono, casándose con ella y entrando a la familia imperial.
Otra sobrina de Claudio que murió fue Julia, hija de Livila y Druso, hermana de Tiberio Gemelo y nieta de Tiberio. Julia no era precisamente un dechado de virtudes: había estado casada con su primo Nerón, el hijo de Germánico y Agripina, actuando de espía para su madre Livila y Seyano y contribuyendo activamente a su encarcelamiento y muerte. Mesalina la consideraba una amenaza por el mismo motivo que a su prima Julia Livila, su linaje, y en el 43 la hizo acusar de incesto y adulterio. Claudio la ejecutó.
Antonia, la hija de Claudio con su segunda esposa Elia, fue casada en el 43 con Gneo Pompeyo, un descendiente de Gneo Pompeyo Magno. En el 47 Mesalina acusó a Pompeyo de adulterio y homosexualidad (en aquel entonces, estaba vigente en Roma una ley que penaba la homosexualidad con la muerte, aunque había caído en desuso con los siglos). Los soldados lo encontraron en la cama junto con su amante favorito, y los asesinaron a ambos. El verdadero objetivo de Mesalina era que Antonia se casase con su hermanastro Fausto Sila, como más tarde sucedió.
Más allá de la familia de Claudio, Mesalina también destruyó a varios nobles potencialmente peligrosos. Cayo Asinio Galo, hijo de Vipsania, la primera esposa de Tiberio, y nieto de Marco Vipsanio Agripa y del historiador Cayo Asinio Polión, fue desterrado por culpa de Mesalina, quién lo acusó de intentar derrocar a Claudio. Ella también fue artífice de la caída de Décimo Valerio Asiático, uno de los nobles más ricos de Roma, que había aspirado a ser designado emperador tras la muerte de Calígula. En el 47 Asiático fue acusado de adulterio y traición, y se le ordenó suicidarse para evitar la ejecución. También su amante Popea Sabina -madre de quién después sería esposa de Otón y de Nerón- fue forzada a hacer lo mismo. Mesalina luego se apoderó de los llamados Jardines de Lúculo, una lujosísima villa que había pertenecido al político, militar y epicúreo Lucio Licinio Lúculo y que Asiático había comprado.
Como conté antes, Mesalina también intentó asesinar a Lucio Domicio Enobarbo, el joven hijo de Agripinila, pero su plan fracasó. Se cuenta que, en los Juegos Seculares celebrados por Claudio en el 47, la esposa y la sobrina del emperador asistieron junto a sus hijos, y que Agripinila y el futuro emperador Nerón fueron más aclamados por la multitud que Mesalina y Británico. Ese fue el primer signo de que la emperatriz estaba perdiendo popularidad.
Ese mismo año, Mesalina se enamoró de Cayo Silio, un senador atractivo, ambicioso e inteligente. Silio se convirtió en su amante, pero luego tuvo miedo de qué ocurriría si Claudio se enteraba de la relación y quiso abandonar a Mesalina. Entonces ella lo convenció de que lo mejor sería asesinar a Claudio y tomar el poder. Silio se divorció de su esposa Junia y Mesalina, aparentemente, engañó a Claudio para hacerlo firmar los papeles del divorcio. Así, en el 48, cuando Claudio estaba en Ostia realizando un sacrificio, ellos se casaron públicamente y con gran pompa. La idea probablemente era asesinarlo cuando volviese a la ciudad y proclamarse emperador y emperatriz.
No obstante, Mesalina y Silio no contaban con los libertos imperiales. Durante el gobierno de Claudio, varios libertos griegos habían ido ocupando los puestos más importantes de la administración, y tenían tanto o más poder que los senadores. Los tres libertos más influyentes eran Narciso, Palas y Calixto, y ellos no estaban dispuestos a permitir la caída del emperador que los había encumbrado. Así que fueron a Ostia y le informaron a Claudio, por medio de un par de prostitutas con las que el emperador tenía tratos, del matrimonio de quién él creía que aún era su esposa, y de su plan para asesinarlo. Su primera reacción fue, al igual que frente al asesinato de Calígula, el miedo. Por un rato estuvo preguntando a sus acompañantes si todavía era emperador, una y otra vez. Luego, cuando consiguieron calmarlo, Narciso consiguió que suspendiese en sus funciones a los dos oficiales que compartían la jefatura de la Guardia Pretoriana y que lo designase provisionalmente a él mismo para el puesto.
Claudio y Narciso regresaron a Roma a toda velocidad, junto con varios batallones de pretorianos. En el carruaje viajaban además Lucio Vitelio -padre del futuro emperador Aulo Vitelio- y Aulo Cecina, dos ex cónsules muy influyentes. Claudio y Narciso les revelaron los crímenes de Mesalina, pero Vitelio y Cecina -que seguramente los conocían igual de bien que Narciso y mejor que Claudio- sólo reaccionaron diciendo frases que podían ser interpretadas tanto como una condena a Mesalina como a sus acusadores, como “¡Qué horrible traición! ¡Qué gran maldad!”. Aún no estaban seguros de si Claudio conservaría o no el poder, y querían evitar comprometerse en caso de que Silio y Mesalina acabasen triunfando.
Al llegar la noticia de que Claudio había descubierto los planes en su contra y volvía a Roma para vengarse, las celebraciones de la boda se disolvieron, y Mesalina se subió a un carruaje junto a sus hijos y fue a tratar de ver a Claudio, con la esperanza de que su belleza lo conmoviera. Estuvieron a punto de encontrarse en el camino, pero Narciso y los pretorianos impidieron que Mesalina se acercase al carruaje del emperador y la llevaron prisionera a los Jardines de Lúculo.
Bajo las órdenes de Narciso, la Guardia Pretoriana capturó a casi todos los involucrados en el complot y/o invitados a la boda. Antes de que fuesen juzgados, Narciso lo llevó a la casa de Asinio Galo, que Mesalina había confiscado y que iba a ser su residencia con Silio. Allí ella había llevado, como si fuesen parte de su dote, reliquias de la familia de Claudio. Así Narciso logró enardecer al emperador, quién luego juzgó con enorme severidad a los prisioneros. Varios pidieron ser ejecutados de inmediato, entre ellos Silio. Todos los que asistieron a la boda fueron desterrados. Todos los que fueron acusados de participar de la conspiración o de haber cometido adulterio con Mesalina fueron juzgados y ejecutados con implacable rapidez, salvo dos. Plaucio Laterano, porque era sobrino de Aulo Plaucio, general que intervino con éxito en la conquista de Britania; Suilio Cesonino, porque era homosexual y por lo tanto se consideró improbable que se hubiera acostado con Mesalina. Uno de los amantes de Mesalina, el actor Mnéster, estuvo a punto de salvar su vida, pues argumentó que la emperatriz lo había obligado con azotes a acostarse con ella, y se desnudó para exhibir las marcas. Claudio se conmovió y lo hubiese perdonado, pero Narciso le dijo que sería muy mal visto que después de dar muerte a tantos nobles romanos, se mostrase clemencia hacia un simple actor griego, por lo que Mnéster fue ajusticiado. Muchos personajes prominentes que no habían sido acusados de ningún crimen pero temían serlo, se suicidaron ese día.
En cuanto a su esposa, Claudio dijo que juzgaría a “esa desgraciada” al día siguiente y se fue al palacio a cenar. Los libertos veían que la justa indignación que había dominado a Claudio a lo largo del día se iba desvaneciendo y temían que, cuando volviera a ver a Mesalina, la perdonase. Entonces Narciso mandó llamar a un oficial pretoriano y le ordenó, de parte de Claudio, ir a los Jardines de Lúculo y matar a Mesalina. También mandó a un liberto para que informase de esto a Mesalina, le entregase un puñal y la convenciera de suicidarse. El liberto llegó antes que los pretorianos y encontró a Mesalina con su madre Domicia Lépida, planificando su estrategia para el juicio. Al saber lo que iba a pasar, Domicia Lépida (que, pese a que su relación con su hija se había vuelto fría, la acompañó al enterarse de su desgracia) instó a Mesalina a clavarse el puñal, pero la joven no se atrevió. Entonces llegaron los pretorianos y la mataron. Luego las tropas regresaron al palacio y el oficial al mando le informó a Claudio que su esposa había muerto. Claudio no hizo ninguna pregunta y se limitó a pedir que le sirviesen más vino.
La tercera fue la vencida, y Claudio pudo casarse en el año 9 d. C. con Plaucia Urgulanila, cuya abuela Urgulania era amiga íntima de Livia. La unión produjo un hijo, Claudio Drusilo, que murió en la adolescencia asfixiado con una fruta, poco después de que se anunciara su futuro matrimonio con una hija de Seyano -aquella que fue violada y ejecutada tras la caída de su padre, años después. Muchos sospecharon, naturalmente, que su muerte no había sido accidental sino obra de la facción de Agripina, que consideraría peligrosa una unión entre la hija de Seyano y el sobrino-nieto de Tiberio.
El matrimonio de Claudio y Urgulanila acabó en el 24, cuando Claudio se divorció de ella alegando adulterio; cinco meses después Urgulanila dio a luz una hija, Claudia, legalmente hija de Claudio pero a la cual él repudió -afirmando que era fruto del adulterio entre Urgulanila y un liberto llamado Boter- e hizo abandonar en la puerta de la casa de su ex esposa, para que ella la criase.
Su segunda esposa fue Elia, hermana de Seyano, con quien se casó aproximadamente en el 28, por motivos políticos. Tuvieron una hija, Antonia, y estuvieron casados hasta la caída de Seyano, tras lo cual Claudio se apresuró a divorciarse de ella.
Su tercera esposa fue Valeria Mesalina, y ella merece un párrafo aparte para explicar sus vinculaciones familiares. Su abuela materna Antonia la Mayor y su abuela paterna Claudia Marcela la Menor eran hijas de Octavia, la hermana de Augusto. Su madre, Domicia Lépida, era hermana de Gneo Domicio Enobarbo, el marido de Agripinila y padre del futuro emperador Nerón. Domicia Lépida también había tenido un hijo de un matrimonio posterior, Fausto Cornelio Sila, descendiente del dictador Lucio Cornelio Sila.
Bajo el reinado de Calígula, Mesalina fue una habitué de su corte depravada. Alrededor del año 38, Claudio y ella se casaron. Los motivos de la unión seguramente no fueron del todo románticos. Claudio sólo tenía una hija, Antonia, y necesitaba un hijo varón que heredase sus propiedades. El linaje de Mesalina, descendiente de Octavia por parte de su padre y de su madre, era un punto a su favor. Y Mesalina tenía bastante dinero, lo cual ayudaría a Claudio a paliar sus dificultades económicas.
Mucho se ha especulado acerca de la vida íntima de la pareja, y la casi increíble ceguera de Claudio hacia las infidelidades de su mujer. Mi propia teoría al respecto es que esos adulterios fueron hasta cierto punto autorizados por Claudio. En aquellos tiempos, la moral de la nobleza romana se había corrompido muchísimo comparándola con la de los tiempos de la República. Para un/a noble romano/a, la fidelidad de su conyugue ya no era tan importante, sino el dinero, el linaje, los hijos y los vínculos políticos aportados por el matrimonio. No sería raro que muchos nobles, al casarse, pactasen con sus nuevas esposas un período en el cual ellas deberían serles fieles y acostarse sólo con ellos, para darles hijos sobre cuya paternidad no hubieran dudas, para luego dedicarse con discreción a relaciones amorosas con otras personas. Y no puede descartarse la posibilidad de que Claudio haya hecho un acuerdo de éste tipo con Mesalina, que era unos 30 años más joven que él. Un argumento a mi favor es que ningún historiador antiguo puso en duda que Octavia (nacida en el 39 o 40) y Británico (nacido en el 41), los vástagos de la pareja, fuesen hijos de Claudio, pese a que no tenían una buena imagen ni del emperador ni de su tercera esposa. Además, no hay registro de ninguna infidelidad de Mesalina previa al ascenso de Claudio al trono.
Cuando esto sucedió, Mesalina se convirtió en la mujer más poderosa del Imperio. Su influencia sobre Claudio era enorme, y el nuevo emperador la favoreció haciendo que se le concediesen varios honores. Su cumpleaños era celebrado con un festival, se erigieron muchas estatuas de ella y se le otorgó, en el teatro, un asiento en la fila de las vírgenes vestales. El Senado quiso darle a Mesalina el título de “Augusta” que habían ostentado Livia y Antonia la Menor, pero Claudio lo vetó por considerarlo un honor exagerado para una mujer tan joven.
Había una contracara de aquella Mesalina adulada por el Senado, que aparecía en público como la esposa ideal. Estaba la Mesalina cuyo nombre se convirtió con los siglos en un adjetivo para caracterizar a las mujeres promiscuas. Mesalina disfrutaba realizando grandes fiestas con hombres y mujeres de alto rango que rápidamente degeneraban en orgías. Y cuando a la emperatriz se le antojaba estar con amantes de condición más baja, salía a hurtadillas del palacio y se prostituía en un burdel cercano, con el nombre de Lycisca. Se cuenta que en una ocasión Mesalina desafió a una prostituta muy experimentada llamada Escila a un concurso sexual, en el que ganaría quién pudiera acostarse con más hombres. Al amanecer, Escila se declaró vencida después de haber sido penetrada por 25 hombres, pero Mesalina continuó durante varias horas más.
Los historiadores también cuentan cómo Mesalina llevó a cabo numerosos asesinatos por motivos políticos. El caso más paradigmático es el de Appio Junio Silano. Appio era viudo de Emilia, aquella biznieta de Augusto con quién Claudio estuvo a punto de casarse en su adolescencia, y tuvo varios hijos con ella, que eran tataranietos del emperador-dios. Sintiendo que su posición como emperador y jefe de la familia Julia era débil, Claudio quiso vincularse de alguna manera con Augusto e hizo que Appio Silano se casase con su suegra Domicia Lépida. También comprometió a su hija Octavia con Lucio Silano, hijo de Appio. Lo cual significaba que Mesalina sería al mismo tiempo hijastra y consuegra de Appio. No obstante, a los pocos meses Appio fue ejecutado sumariamente por un intento de asesinato a Claudio. Muchos supusieron que en realidad había sido eliminado por Mesalina por haberse negado a acostarse con ella.
También Julia Livila, hermana-amante de Calígula, a quién Claudio había permitido regresar de su destierro, fue víctima de Mesalina. En el 41, fue acusada de adulterio nada más y nada menos que con el filósofo Lucio Anneo Séneca. Ambos fueron desterrados, él a Córcega y ella a la isla de Pandataria, el mismo lugar donde fueron enviadas su abuela Julia y su madre Agripina. Y en el 42 Claudio la hizo asesinar, probablemente temiendo que algún enemigo la liberase y la utilizase como arma para obtener el trono, casándose con ella y entrando a la familia imperial.
Otra sobrina de Claudio que murió fue Julia, hija de Livila y Druso, hermana de Tiberio Gemelo y nieta de Tiberio. Julia no era precisamente un dechado de virtudes: había estado casada con su primo Nerón, el hijo de Germánico y Agripina, actuando de espía para su madre Livila y Seyano y contribuyendo activamente a su encarcelamiento y muerte. Mesalina la consideraba una amenaza por el mismo motivo que a su prima Julia Livila, su linaje, y en el 43 la hizo acusar de incesto y adulterio. Claudio la ejecutó.
Antonia, la hija de Claudio con su segunda esposa Elia, fue casada en el 43 con Gneo Pompeyo, un descendiente de Gneo Pompeyo Magno. En el 47 Mesalina acusó a Pompeyo de adulterio y homosexualidad (en aquel entonces, estaba vigente en Roma una ley que penaba la homosexualidad con la muerte, aunque había caído en desuso con los siglos). Los soldados lo encontraron en la cama junto con su amante favorito, y los asesinaron a ambos. El verdadero objetivo de Mesalina era que Antonia se casase con su hermanastro Fausto Sila, como más tarde sucedió.
Más allá de la familia de Claudio, Mesalina también destruyó a varios nobles potencialmente peligrosos. Cayo Asinio Galo, hijo de Vipsania, la primera esposa de Tiberio, y nieto de Marco Vipsanio Agripa y del historiador Cayo Asinio Polión, fue desterrado por culpa de Mesalina, quién lo acusó de intentar derrocar a Claudio. Ella también fue artífice de la caída de Décimo Valerio Asiático, uno de los nobles más ricos de Roma, que había aspirado a ser designado emperador tras la muerte de Calígula. En el 47 Asiático fue acusado de adulterio y traición, y se le ordenó suicidarse para evitar la ejecución. También su amante Popea Sabina -madre de quién después sería esposa de Otón y de Nerón- fue forzada a hacer lo mismo. Mesalina luego se apoderó de los llamados Jardines de Lúculo, una lujosísima villa que había pertenecido al político, militar y epicúreo Lucio Licinio Lúculo y que Asiático había comprado.
Como conté antes, Mesalina también intentó asesinar a Lucio Domicio Enobarbo, el joven hijo de Agripinila, pero su plan fracasó. Se cuenta que, en los Juegos Seculares celebrados por Claudio en el 47, la esposa y la sobrina del emperador asistieron junto a sus hijos, y que Agripinila y el futuro emperador Nerón fueron más aclamados por la multitud que Mesalina y Británico. Ese fue el primer signo de que la emperatriz estaba perdiendo popularidad.
Ese mismo año, Mesalina se enamoró de Cayo Silio, un senador atractivo, ambicioso e inteligente. Silio se convirtió en su amante, pero luego tuvo miedo de qué ocurriría si Claudio se enteraba de la relación y quiso abandonar a Mesalina. Entonces ella lo convenció de que lo mejor sería asesinar a Claudio y tomar el poder. Silio se divorció de su esposa Junia y Mesalina, aparentemente, engañó a Claudio para hacerlo firmar los papeles del divorcio. Así, en el 48, cuando Claudio estaba en Ostia realizando un sacrificio, ellos se casaron públicamente y con gran pompa. La idea probablemente era asesinarlo cuando volviese a la ciudad y proclamarse emperador y emperatriz.
No obstante, Mesalina y Silio no contaban con los libertos imperiales. Durante el gobierno de Claudio, varios libertos griegos habían ido ocupando los puestos más importantes de la administración, y tenían tanto o más poder que los senadores. Los tres libertos más influyentes eran Narciso, Palas y Calixto, y ellos no estaban dispuestos a permitir la caída del emperador que los había encumbrado. Así que fueron a Ostia y le informaron a Claudio, por medio de un par de prostitutas con las que el emperador tenía tratos, del matrimonio de quién él creía que aún era su esposa, y de su plan para asesinarlo. Su primera reacción fue, al igual que frente al asesinato de Calígula, el miedo. Por un rato estuvo preguntando a sus acompañantes si todavía era emperador, una y otra vez. Luego, cuando consiguieron calmarlo, Narciso consiguió que suspendiese en sus funciones a los dos oficiales que compartían la jefatura de la Guardia Pretoriana y que lo designase provisionalmente a él mismo para el puesto.
Claudio y Narciso regresaron a Roma a toda velocidad, junto con varios batallones de pretorianos. En el carruaje viajaban además Lucio Vitelio -padre del futuro emperador Aulo Vitelio- y Aulo Cecina, dos ex cónsules muy influyentes. Claudio y Narciso les revelaron los crímenes de Mesalina, pero Vitelio y Cecina -que seguramente los conocían igual de bien que Narciso y mejor que Claudio- sólo reaccionaron diciendo frases que podían ser interpretadas tanto como una condena a Mesalina como a sus acusadores, como “¡Qué horrible traición! ¡Qué gran maldad!”. Aún no estaban seguros de si Claudio conservaría o no el poder, y querían evitar comprometerse en caso de que Silio y Mesalina acabasen triunfando.
Al llegar la noticia de que Claudio había descubierto los planes en su contra y volvía a Roma para vengarse, las celebraciones de la boda se disolvieron, y Mesalina se subió a un carruaje junto a sus hijos y fue a tratar de ver a Claudio, con la esperanza de que su belleza lo conmoviera. Estuvieron a punto de encontrarse en el camino, pero Narciso y los pretorianos impidieron que Mesalina se acercase al carruaje del emperador y la llevaron prisionera a los Jardines de Lúculo.
Bajo las órdenes de Narciso, la Guardia Pretoriana capturó a casi todos los involucrados en el complot y/o invitados a la boda. Antes de que fuesen juzgados, Narciso lo llevó a la casa de Asinio Galo, que Mesalina había confiscado y que iba a ser su residencia con Silio. Allí ella había llevado, como si fuesen parte de su dote, reliquias de la familia de Claudio. Así Narciso logró enardecer al emperador, quién luego juzgó con enorme severidad a los prisioneros. Varios pidieron ser ejecutados de inmediato, entre ellos Silio. Todos los que asistieron a la boda fueron desterrados. Todos los que fueron acusados de participar de la conspiración o de haber cometido adulterio con Mesalina fueron juzgados y ejecutados con implacable rapidez, salvo dos. Plaucio Laterano, porque era sobrino de Aulo Plaucio, general que intervino con éxito en la conquista de Britania; Suilio Cesonino, porque era homosexual y por lo tanto se consideró improbable que se hubiera acostado con Mesalina. Uno de los amantes de Mesalina, el actor Mnéster, estuvo a punto de salvar su vida, pues argumentó que la emperatriz lo había obligado con azotes a acostarse con ella, y se desnudó para exhibir las marcas. Claudio se conmovió y lo hubiese perdonado, pero Narciso le dijo que sería muy mal visto que después de dar muerte a tantos nobles romanos, se mostrase clemencia hacia un simple actor griego, por lo que Mnéster fue ajusticiado. Muchos personajes prominentes que no habían sido acusados de ningún crimen pero temían serlo, se suicidaron ese día.
En cuanto a su esposa, Claudio dijo que juzgaría a “esa desgraciada” al día siguiente y se fue al palacio a cenar. Los libertos veían que la justa indignación que había dominado a Claudio a lo largo del día se iba desvaneciendo y temían que, cuando volviera a ver a Mesalina, la perdonase. Entonces Narciso mandó llamar a un oficial pretoriano y le ordenó, de parte de Claudio, ir a los Jardines de Lúculo y matar a Mesalina. También mandó a un liberto para que informase de esto a Mesalina, le entregase un puñal y la convenciera de suicidarse. El liberto llegó antes que los pretorianos y encontró a Mesalina con su madre Domicia Lépida, planificando su estrategia para el juicio. Al saber lo que iba a pasar, Domicia Lépida (que, pese a que su relación con su hija se había vuelto fría, la acompañó al enterarse de su desgracia) instó a Mesalina a clavarse el puñal, pero la joven no se atrevió. Entonces llegaron los pretorianos y la mataron. Luego las tropas regresaron al palacio y el oficial al mando le informó a Claudio que su esposa había muerto. Claudio no hizo ninguna pregunta y se limitó a pedir que le sirviesen más vino.
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