Hace bastante que no escribo la reseña de ningún libro (creo que el último del que hablé fue La casa, de Manuel Mujica Láinez), y como también hace bastante que no escribo nada en este blog, decidí volver a ambas ocupaciones.
La ciudad de los herejes transcurre en la Francia del siglo XIV. Las Cruzadas habían finalizado en el siglo anterior y la Guerra de los Cien Años, disputa jurídico-militar entre los Valois y los Plantagenet por el trono francés desatada tras la muerte de Carlos IV y la subsecuente desaparición de la dinastía de los Capeto en 1328, era la nueva vedette de los conflictos europeos.
En este contexto se da la historia, que gira en torno a tres personajes: el duque Geoffroy de Charny, su hija Christine y el monje Aurelio de Velayo. Aurelio y Christine viven un tórrido romance, tras el cual Christine es repudiada por su padre y termina primero en un prostíbulo y luego en un convento (los dos destinos en donde ineludiblemente recalaban las mujeres solas en aquellos tiempos).
En sus respectivas residencias, Aurelio y Christine comprueban en carne propia que la vida monacal es bastante más disoluta de lo que parece. Christine, desesperada por alejarse de ese ambiente, intenta persuadir a Aurelio de reanudar sus relaciones y escapar juntos, pero el muchacho, fiel a las enseñanzas de San Agustín y otros teólogos cristianos acerca de la maldad intrínseca de las relaciones sexuales y el amor, se resiste.
Esto lleva a Christine a ensayar otra estrategia mucho más sutil y a la larga fructífera: convencer a Aurelio, empleando argumentos teológicos, de que el amor carnal es perfectamente legítimo. Sus cartas a Aurelio se convierten en un gigantesco corpus filosófico que termina ganandole muchos seguidores. Llega un momento en el cual la joven pareja decide escapar con sus partidarios a España, donde establecerán una comunidad (“Villaviciosa”) regida por la falta más absoluta de reglas, a las que ellos ven como el origen del pecado.
Mientras tanto, se nos cuenta como el duque Geoffroy de Charny, desesperado por construir en sus tierras una iglesia que le de beneficios monetarios, opta por fabricar un Sudario Sagrado con el rostro de Jesús que le permita atraer fieles. A lo largo de la novela se nos muestran sus reflexiones, investigaciones y experimentos sobre el tema del Sudario y de la iconografía cristiana en general. Eventualmente los derroteros del duque, su hija y Aurelio vuelven a cruzarse en forma muy trágica.
Andahazi es muy crítico con la Iglesia, principalmente por su eterna alianza con los sectores más poderosos, por su utilización marketinera de las reliquias y su visión permanentemente condenatoria del sexo. El libro tiene un excelente ritmo hasta cerca del final, en el que me parece que se apresuran un poco los hechos. Los detalles finales de la fabricación y uso del Sudario, no obstante, mejoran bastante la narración. Si tuviera que darle un puntaje, sería probablemente un 8,50 o 9.
La ciudad de los herejes transcurre en la Francia del siglo XIV. Las Cruzadas habían finalizado en el siglo anterior y la Guerra de los Cien Años, disputa jurídico-militar entre los Valois y los Plantagenet por el trono francés desatada tras la muerte de Carlos IV y la subsecuente desaparición de la dinastía de los Capeto en 1328, era la nueva vedette de los conflictos europeos.
En este contexto se da la historia, que gira en torno a tres personajes: el duque Geoffroy de Charny, su hija Christine y el monje Aurelio de Velayo. Aurelio y Christine viven un tórrido romance, tras el cual Christine es repudiada por su padre y termina primero en un prostíbulo y luego en un convento (los dos destinos en donde ineludiblemente recalaban las mujeres solas en aquellos tiempos).
En sus respectivas residencias, Aurelio y Christine comprueban en carne propia que la vida monacal es bastante más disoluta de lo que parece. Christine, desesperada por alejarse de ese ambiente, intenta persuadir a Aurelio de reanudar sus relaciones y escapar juntos, pero el muchacho, fiel a las enseñanzas de San Agustín y otros teólogos cristianos acerca de la maldad intrínseca de las relaciones sexuales y el amor, se resiste.
Esto lleva a Christine a ensayar otra estrategia mucho más sutil y a la larga fructífera: convencer a Aurelio, empleando argumentos teológicos, de que el amor carnal es perfectamente legítimo. Sus cartas a Aurelio se convierten en un gigantesco corpus filosófico que termina ganandole muchos seguidores. Llega un momento en el cual la joven pareja decide escapar con sus partidarios a España, donde establecerán una comunidad (“Villaviciosa”) regida por la falta más absoluta de reglas, a las que ellos ven como el origen del pecado.
Mientras tanto, se nos cuenta como el duque Geoffroy de Charny, desesperado por construir en sus tierras una iglesia que le de beneficios monetarios, opta por fabricar un Sudario Sagrado con el rostro de Jesús que le permita atraer fieles. A lo largo de la novela se nos muestran sus reflexiones, investigaciones y experimentos sobre el tema del Sudario y de la iconografía cristiana en general. Eventualmente los derroteros del duque, su hija y Aurelio vuelven a cruzarse en forma muy trágica.
Andahazi es muy crítico con la Iglesia, principalmente por su eterna alianza con los sectores más poderosos, por su utilización marketinera de las reliquias y su visión permanentemente condenatoria del sexo. El libro tiene un excelente ritmo hasta cerca del final, en el que me parece que se apresuran un poco los hechos. Los detalles finales de la fabricación y uso del Sudario, no obstante, mejoran bastante la narración. Si tuviera que darle un puntaje, sería probablemente un 8,50 o 9.
interesante el libro, me dio mucha curiosidad, a veces si se ve bien parece bastate a lo que se ve hoy como si al tiempo le gustara repetir las historias con otros nombres y lugares
ResponderBorrarque pases buenas fiestas de fin de año Martin
Lo mismo digo, Dinorider.
ResponderBorrarAbrazo
Hola Martín:
ResponderBorrarEstoy leyendo el libro y si duda alguna me ha parecido excelente, por su forma de narración, por sus referentes históricos, por su contenido erótico y estético, por su evidnte cuestionamiento a los 'valores' medievales y porque hay fragmentos en los veo como si mi vida hubiese sido calcada.
Me adelantaste los hechos un poco pero lo teminaré con la misma pasión... gracias.